«En estos momentos es imprescindible que haya entidades como ASCA»

«En estos momentos es imprescindible que haya entidades como ASCA»

Con 22 años y de padre inglés y madre catalana, Mark Aspinall es un emprendedor que creó su propia empresa de eventos culturales hace un año. Mark nos ha traducido desinteresadamente al inglés la presentación de ASCA para poder enviarla a organismos internacionales con los que contactamos.

¿Qué es lo que más te ha interesado de lo que has traducido?
La verdad es que no había oído hablar nunca de una entidad como Acció Solidària Contra l’Atur. Me llamó la atención la cantidad de personas que están implicadas y el gran número de emprendedores a quien habéis ayudado.

¿Crees que es conveniente la existencia de ASCA hoy? ¿Por qué?
En estos momentos es imprescindible que haya entidades como ASCA. Siendo el fundador de mi propia empresa, he vivido situaciones difíciles en muchos aspectos. Pienso que la labor que haga a ASCA es una buena sustitución de las ayudas a pequeñas empresas que debería estar ofreciendo el Estado.

¿Te planteas ser voluntario en un futuro? ¿Por qué?
Me encantaría ser miembro del equipo de ASCA en algún momento de la vida. Quiero poder formar parte de una acción solidaria como esta ayudando en todo lo que pueda. Pienso que es importante haber traducido los textos al inglés para que el proyecto tenga repercusión internacional, aunque el ámbito de actuación de ASCA hoy por hoy esté enfocado a empresas locales.

Una nueva reconversión industrial

Una nueva reconversión industrial

Creo que una parte cada vez más amplia de los catalanes y los españoles somos conscientes de las perspectivas, preocupantes pero también estimulantes, con las que estamos entrando en los últimos meses del 2020. Preocupantes, como consecuencia de tres circunstancias: nuestra debilidad sanitaria por hacer frente al reto actual ya otros que pueden aparecer; la no sostenibilidad climática y energética del modelo de consumo que hemos creado; y la necesidad de revisar las bases del sistema económico y social para asegurar una convivencia pacífica, incluso en momentos de crisis. Estimulantes, por la evidencia de que disponemos de unas capacidades tecnológicas extraordinarias y de unos posibles recursos financieros que no habíamos tenido nunca a nuestra disposición. Me centro en este último aspecto, con algunas ideas simples a partir de la iniciativa de la UE de crear el fondo mixto (ayuda más préstamo) llamado “Next Generetion EU” de 750.000 millones, y de lo que España puede optar hasta 140.000. Me limito a unas consideraciones puntuales.

El objetivo de los próximos años es una economía más moderna y más sostenible para ser más competitiva, recuperando un sector industrial más amplio, y con un gran aumento del nivel del capital humano.

  1. Recursos financieros. La cifra de la que este fondo nos permite disponer es muy importante, pero menos de lo que parece si la comparamos con el esfuerzo que se necesitará para hacer frente a los tres retos que he indicados: sanitario, ecológico y social. Quiero decir que debemos tener en cuenta que serán necesarias unas cantidades comparativamente muy superiores que deberán salir de otros orígenes. Debemos aceptar consecuencias de tipo fiscal y de endeudamiento para las Administraciones Públicas, y decisiones de financiación de las empresas u organizaciones involucradas. Tenemos que conseguir que a la hora de hacer proyectos para acceder a los fondos UE, esta parte de financiación actúe de estímulo, y sirva de anzuelo, por aportaciones locales tanto públicas como privadas.
  2. Inversiones en colaboración.Se tratará de “proyectos de inversión. Pero será importante que, además de la construcción de infraestructuras físicas, se incluyan actuaciones que ayuden a mejorar el capital humano, que potencien las actividades de investigación, desarrollo y transferencia de conocimientos, que aumenten la eficiencia en la actividad productiva y administrativa, y que apoyen procesos de cooperación, tanto entre organismos privados, como con la colaboración entre éstos y el sector público. La agrupación de grandes empresas con entes privados más pequeños, y con entidades de carácter público puede ser una de las claves de éxito de muchos proyectos.
  3. Prioridades acordadas.Teniendo en cuenta que los proyectos tendrán un proceso previo de aprobación en la UE, es necesario que las prioridades estén en línea con lo que son las actuales prioridades políticas de la propia UE (economía verde, transición energética, transición digital y reindustrialización). Digo esto, no sólo porque creo que facilitará su aprobación, si no porque considero que son unas prioridades muy en línea y de acuerdo con lo que nosotros necesitamos.
  4. Objectivos y herramientas.Me gustaría separar en lo posible, entre las actuaciones de las que hablamos, lo que son objetivos político-sociales y lo que son herramientas para conseguirlos. La salud, la sostenibilidad, y la justicia social, están entre los primeros; y sitúo los recursos financieros y la tecnología entre las herramientas, imprescindibles pero herramientas … Hago esta distinción al pensar en la transición digital, que veo como un proceso absolutamente prioritario pero que no es un fin en sí mismo. La tecnología digital es una herramienta que tenemos al alcance y que si no utilizamos lo suficiente o bastante correctamente nos hará mucho más difícil alcanzar los demás objetivos. Estoy absolutamente a favor ya que creo que nuestras sociedades necesitan avanzar mucho en estas tecnologías, pero, como ocurre con cualquier otra herramienta tecnológica, hay que tomar paralelamente medidas para intentar evitar posibles utilizaciones equivocadas o mal encaminadas que puedan tener consecuencias no deseadas .
  5. Reconversión Industrial. He oído recientemente hablar, en Madrid pero también en Barcelona, tanto de “Plan de Reforma como de “Plan de Reconstrucción. Creo que es importante que lo segundo no tape el primero. No se trata de volver a rehacer las casas que han caído, si no hacer unas diferentes más adaptadas a las necesidades actuales, e incluso de dejar caer algunas para poder hacerlas nuevas

Por esta razón, y confieso que también por recuerdos personales, me gusta mucho más hablar de “Reconversión”, tal como nos vimos obligados a hacer en los años 80 para adaptar la atrasada economía española a las nuevas exigencias tecnológicas (TIC), comerciales (mercado común), y políticas (apertura democrática). El objetivo prioritario de salvar y mantener puestos de trabajo no se había de conseguir manteniendo actividades poco productivas, tecnológicamente atrasadas, y poco exigentes en cuanto a la calidad del capital humano necesario.

El objetivo de los próximos años es una economía más moderna y más sostenible para ser más competitiva, recuperando un sector industrial más amplio, y con un gran aumento del nivel del capital humano. ¿Alguien piensa que esto no vuelve a ser estimulante?

Joan Majó, ingeniero y ex ministro

 

Barcelona 2030

Barcelona 2030

Barcelona está iniciando la elaboración del Plan Estratégico Metropolitano perspectiva año 2030. En un momento de gran desconcierto agravado por los profundos cambios que llevará el Covid19, es momento muy oportuno para definir objetivos y planes de actuación que orienten las actuaciones a realizar.

En 1988, se creó la Asociación Plan Estratégico Barcelona 2000, presidida por el alcalde de Barcelona Pasqual Maragall. El ámbito de actuación era la ciudad. En el año 2000 el ámbito del Plan se amplió en la Barcelona metropolitana de tres millones de habitantes. El plan actual de la Región Metropolitana engloba cinco millones.

Habrá un antes y un después del Covid19. Las ciudades tienen que pensar como los afectará y repensar cómo debe ser su futuro.

Una cuestión delicada es la relación del Plan Estratégico con la Generalitat. El Plan Barcelona 2030, para un territorio de 5 millones de habitantes, supone los dos tercios de la población de Cataluña. Muchas de las propuestas que se hagan, deberán contar con la colaboración de la Generalitat. En la época de Pasqual Maragall, la Generalitat de Jordi Pujol, quiso ver el Plan Estratégico como un contrapoder y las propuestas no siempre eran bien acogidas. Convendría definir de entrada como se coordinará el Plan con la Generalitat.

Habrá un antes y un después del Covid19. Las ciudades tienen que pensar como los afectará y repensar cómo debe ser su futuro. En el nuevo entorno las macrociudades o regiones metropolitanas para poder progresar deben ser atractivas e innovadoras para captar inversiones y talento. La dimensión demográfica es un factor junto con ser una sociedad abierta, innovadora, de economía dinámica, educación y universidades de prestigio, buenas infraestructuras físicas y digitales, elevado nivel cultural, cohesión social y respeto al medio ambiente. En definitiva, un lugar agradable para vivir, bien comunicado, que ofrece oportunidades de progreso económico y cultural.

Una de las visiones a largo plazo de Pascual Maragall era crear el sur de Europa una macrorregión entorno de Barcelona de 15 millones de habitantes. Se basaba en una estrecha colaboración económica y cultural con Valencia, las Islas Baleares, Aragón y la Occitania, En este territorio, ahora habitan 20 millones de habitantes. No es una idea a olvidar. Las ciudades necesitan relacionarse en red, pero también deben tener núcleos y hinterland con un tejido de complicidades, colaboración económica, empresarial y cultural que crea riqueza y puestos de trabajo. La relación debe estar totalmente al margen la política. El Plan Barcelona 2030 debería convertirse a medio y largo plazo esta idea en una realidad. Permitiría competir mucho mejor con otras importantes áreas económicas.

Barcelona en el nuevo mundo que se está dibujando hay que tener una presencia activa e innovadora, destacando por ser líder en innovación, progreso económico, dinamismo, cohesión social y calidad de vida y que miró el futuro con ilusión y confianza.

Francesc Raventós
Ex decano del Colegio de Economistas de Cataluña
Miembro del Patronato de Acció Solidària Contra l’Atur

Artículo publicado el 26 de julio de 2020 en La Vanguardia.

Nueva sociedad industrial: propiedad y acceso

Nueva sociedad industrial: propiedad y acceso

Ahora que se está hablando intensamente de la vuelta a la normalidad aparecen muy a menudo, no sé si conscientemente o no, reflexiones sobre la continuidad o no del carácter industrial de nuestras sociedades. A veces se habla de la industria como si se hablara ya del pasado, y en otras ocasiones se ve un evidente deseo de conservar este carácter. Yo me inclino más hacia esta segunda posición, pero creo que, al igual que se bautiza la normalidad como nueva, hay que bautizó la sociedad industrial con el mismo adjetivo. Los cambios necesarios son la consecuencia principalmente de tres factores. Hay uno que abre oportunidades: los enormes progresos en las tecnologías digitales. Un segundo que se deriva de la conciencia sobre la necesidad de poner límites en la utilización de recursos naturales. Y un tercero de carácter sociopolítico: la no sostenibilidad de las enormes desigualdades que se han creado entre personas y territorios. Los tres juntos nos obligan a decisiones urgentes e importantes. Quiero hablar un poco.

Nos es imprescindible continuar con la actividad industrial y a nivel global deberá crecer.

Recordemos que nuestras sociedades actuales estuvieron configuradas, a lo largo de unos pocos siglos, por la enorme capacidad tecnológica de transformar recursos naturales y energéticos en instrumentos, aparatos o herramientas, y por haber basado los grandes aumentos de bienestar personal o colectivo en la utilización de estos instrumentos. La industria fabricaba los aparatos y ellos aumentaban nuestras capacidades personales, complementando y permitiendo hacer mejor o con menos esfuerzo las cosas que hacíamos, y hacer otras cosas que antes no podíamos hacer. Ahora bien, para poder aprovechar esto ha sido necesario conseguir ser propietarios de muchos de estos instrumentos y tenerlos a nuestro servicio. Es cierto que poco a poco se han ido estableciendo, sólo en algunos países, los derechos universales de acceso a algunos bienes y sobre todo en algunos servicios, pero su disponibilidad, fruto de la propiedad, sigue siendo clave. Ahora entramos en una nueva etapa.

  1. La nueva sociedad. Las limitaciones que he explicado nos obligan a reducir el uso de recursos naturales y buscar una mejor distribución del bienestar entre toda la población. Tenemos, sin embargo, la suerte que las actuales tecnologías nos permiten acceder al servicio que queremos sin que, en muchos casos, haya la necesidad de ser propietarios del aparato que nos lo proporciona. Lo que de verdad queremos es viajar, no tener un coche; lo que nos gusta es escuchar un concierto o ver una película, no tener en casa una gran estantería llena de grabaciones. La necesidad de adquirir y tirar medios informativos en papel es cada vez menos clara, porque ya tenemos otros caminos para estar informados … Hay que revisar las características de las nuevas sociedades industriales y, en esta tarea, las decisiones clave deberían estar alrededor de algunos conceptos como: propiedad del instrumento o acceso al servicio; propiedad personal, propiedad colectiva o propiedad pública, y acceso personal o acceso colectivo. Creo que podemos ir encontrando situaciones diferentes en las que podamos buscar qué combinación de estas posibilidades es la más apropiada. No lo haré ahora, pero pongo un ejemplo. En muchos de los garajes privados de las grandes ciudades, como Barcelona, ​​hay docenas, y a veces cientos, de vehículos aparcados que seguro que el 90% del tiempo no hacen ningún servicio y sólo se utilizan puntualmente. En las viviendas de los edificios hay también docenas y docenas de lavadoras de ropa que tienen también un uso muy reducido. ¿No sería posible organizar colectivamente un “pool” de vehículos y un servicio de acceso de tipo común que mejorara extraordinariamente la eficiencia de todos estos aparatos?
  2. La nueva indústria. Ya he dicho que hago esta reflexión desde la convicción de que no se ha acabado la sociedad industrial pero que debemos repensar tanto desde un punto de vista tecnológico como social. La industria tiene futuro porque las herramientas y los aparatos que nos han proporcionado tanto bienestar seguirán siendo fundamentales para el progreso futuro, pero la forma de ser repartidos y la forma de ser utilizados deberán ser diferentes, y sus características tecnológicas deberán adaptarse a las nuevas posibilidades ya las nuevas exigencias que supone este cambio en la utilización. Esta adaptación tiene que ver no solamente con el tipo de tecnología de los aparatos, sino también con otras propiedades como la eficiencia (la relación entre los objetivos alcanzados y los recursos empleados), la obsolescencia (la preparación para una vida más larga con un consumo más intenso), la reutilización (para nuevas finalidades) o la facilidad de uso para personas con diferentes niveles de capacitación.

Nos es imprescindible continuar con la actividad industrial, y a nivel global incluso deberá crecer por la incorporación de muchos millones de nuevos consumidores; es lógica, pues, una preocupación por la deslocalización o el retorno de estas actividades básicas y de fuerte creación de valor. Pero tanto el progreso tecnológico como los retos y limitaciones que tenemos ante piden unas modificaciones de los modelos de consumo que llevarán a cambios en las normas sociales que determinan las relaciones entre personas, y entre personas y recursos naturales. ¡Tenemos un trabajo importante a pensar y hacer!

Joan Majó, enginyer i ex ministre

Publicat el 25/06/2020 en el Diari Ara

2020 año para el optimismo

2020 año para el optimismo

En el año 2020 pasará a la historia como el “annus horribilis”. La pandemia del Covid19, dejará en España más de 27.000 muertos y una enorme crisis sanitaria, económica y social.

El gobierno español se ha comprometido a no dejar a nadie en la estacada. Ha tomado decisiones de gran impacto económico: reforzar el sistema sanitario, EROS, subsidios de desempleo, garantizar las pensiones o el ingreso mínimo vital. Pero las peticiones de ayuda que está recibiendo el gobierno del mundo empresarial y social desbordan toda previsión. Si a los compromisos ya adquiridos y los que vendrán, se añade el fuerte descenso de los ingresos fiscales por la caída de la economía, las finanzas públicas estallarán.

Pero cuando todo se veía negro, cuando dominaba el pesimismo y la desesperación en los ministerios económicos y la sociedad, de golpe vuelve a salir el sol. El BCE y la Comisión Europea han decidido ayudar, pero además se ha producido un milagro.

El BCE comprará toda la deuda pública que emitan los Estados miembros y la Comisión Europea ha dado un giro radical las políticas seguidas en la crisis financiera de 2008. No sólo ha dejado en suspenso el compromiso de los Estados miembros de disminuir el déficit y la deuda pública, sino que invita a los gobiernos a invertir y gastar más para evitar una recesión económica y mantener la cohesión social.

Además la presidenta de la Comisión Europea Úrsula von der Leyen con el apoyo de Angela Merkel y de Emmanuel Macron, ha propuesto crear un Fondo de Recuperación adicional, para ayudar a los Estados miembros y en especial a los hijos pródigos, Italia, España y Francia.

Estos fondos sería de 750.000 millones de euros, 500.000 millones destinados a subvenciones solidarias en los países más afectados por el Covid19 y 250.000 millones como préstamos a treinta años. En España le corresponderían 140.000 millones de euros, de los que 77.000 millones de subvención, y el resto crédito. Es un “manà” caído del cielo en un momento de desesperación, que ayudará a impulsar la economía del 2021 al 2024.

De aquí viene un moderado optimismo. Este Fondo de Recuperación, de confirmarse, levantará la moral del país, del gobierno, de empresas y de todos. Dará estabilidad al gobierno y la sociedad, y permitirá concentrar los esfuerzos en transformar el modelo económico español, que debe dejar de basarse en la construcción y el turismo.

La asignación de estos recursos la decidirá la UE de acuerdo con los programas de inversión y reformas que proponga el gobierno de cada país, propuestas que deberán estar de acuerdo con las prioridades de la UE: protección del clima, y transformación digital, pero también impulsar la industria de suministros básicos y garantizar la cohesión social.

Si no salen nuevos obstáculos y somos capaces de trabajar todos juntos con voluntad de salir, el año 2021 podría ser el inicio de una razonable recuperación económica y por tanto ser el “annus mirabilis”, o el año de la esplendor.

Francesc Raventós
Ex-decano del Col·legi d’Economistes de Catalunya
Miembro del Patronato de Acció Solidària Contra l’Atur

Artículo publicado el 14 de junio de 2020 en La Vanguardia.

Una nueva industrialización

Una nueva industrialización

Hay que decirlo con mucha prudencia, pero parece que estamos avanzando hacia lo que llaman una nueva normalidad. El adjetivo “nueva” es acertado porque significa que intentaremos no volver donde estábamos. Espero que sea así, ya que los fuertes sustos que hemos vivido los últimos veinte años en el ámbito económico, financiero, social, ecológico, y ahora sanitario, nos han ido convenciendo de la fragilidad de nuestra situación y de la necesidad de cambio. Al hablar de esta nueva situación a menudo oigo hablar de “sociedad postindustrial” o de “sociedad de servicios” y me parece que esta expresión es el resultado de una dificultad, muy lógica, de definir como pensamos que será, y de un cierto convencimiento de que en ella se tiene que ir acabando el papel de la actividad industrial. Me gustaría explicar mi pensamiento al respecto.

Pienso que las sociedades europeas que se configuraron los últimos tres siglos tienen en el campo económico, entre otros, algunos rasgos comunes que cito: el descubrimiento en el planeta de muchos recursos naturales, algunos de carácter mineral y otros combustibles; el gran progreso científico y tecnológico que permitió convertir los minerales en metales y de generar energía útil quemando los combustibles; la organización del trabajo humano de forma colaborativa que aumentó mucho su eficiencia y productividad; y haber basado el aumento del bienestar material, personal o colectivo, en muy buena parte en la utilización de los aparatos, herramientas o instrumentos “fabricados”. Es evidente que, aunque con enormes situaciones de explotación y muy mal repartido, el bienestar global ha aumentado mucho.

0 años, pasar de la recolección a la agricultura fue un gran paso adelante, también lo ha sido el reciente salto de la artesanía a la industria. Y por eso me pregunto si, ahora que tenemos nuevos conocimientos, nuevas tecnologías, nuevas oportunidades y también nuevos retos, no sería bueno que, además de generar nuevos escenarios, uno de nuestros vectores de futuro fuera precisamente rediseñar la industria, aprovechando los rasgos positivos que seguimos encontrando. He aquí algunas pocas de las muchas ideas que pueden ayudar a la reindustrialización.

Tenemos que seguir “fabricante” y “utilizando” máquinas, ya que nos liberan de muchos esfuerzos y nos permiten hacer o tener cosas que, sin ellas, no podríamos; pero no nos hemos de “apropiarse” de ellas para poderlas utilizar. Tenemos que pasar de la propiedad en el acceso o la utilización colectiva. Está claro que hay instrumentos de carácter personal y de utilización continuada, pero hay muchos de utilización sólo puntual. De hacerlo así obtendríamos todos, tanto o más bienestar con un stock global mucho más pequeño de elementos materiales, supondría un ahorro importante de recursos naturales y aumentaría el reaprovechamiento.

Debemos dejar de obtener energía útil quemando combustibles y obtenerla transformando en eléctrica la que de forma directa o indirecta, en cantidades muy superiores a las necesidades, el sol nos envía. Además, esto aumentaría las posibilidades de autoconsumo, disminuiría el coste y mejoraría mucho la eficiencia de todo el proceso de captación y utilización.

Debemos incorporar a nuestras actividades económicas, de educación, o de cuidado personal, nuevas máquinas basadas en las tecnologías digitales. Pero deberíamos dar prioridad a aquellas innovaciones que complementan y mejoran nuestras capacidades, por delante de aquellas que simplemente las sustituyen. No se trata de que las máquinas nos echen, si no de ayudarnos más, permitiéndonos mejorar la calidad de nuestro trabajo y el acceso a tareas que no nos parecían posibles. Tenemos que ver cómo reorganizar el trabajo industrial de manera que las tareas de poco valor añadido puedan ocupar las máquinas y las personas puedan pasar a nuevas tareas de mayor calidad; esto debería reducir las grandes diferencias salariales.

Creo que es urgente que estos próximos años, dentro de un esfuerzo colectivo de renovación de nuestro sistema industrial, siguiendo potenciando sus aspectos más positivos, hacemos una revisión profunda de las empresas o las organizaciones que se mueven y empezamos establecer unos sistemas de valoración que tengan en cuenta, además de la riqueza creada en términos de PIB o de número de puestos de trabajo, su aportación a algunos de los objetivos que he citado, ya muchos otros que seguro que se pueden añadir. Esta nueva valoración de otros fines debería ser explícita y debería servir, tanto para influir en las decisiones de consumo de los gobiernos como para estar en la base de nuevas medidas fiscales. Seguro que también podrá afectar a muchos de nuestros hábitos de consumo.

Joan Majó, ingeniero y ex-ministro