31/03/2020
Pronto hará tres meses, cuando el Covid19 era aún una noticia en la sección de internacional de las páginas interiores de algunos diarios, hice una charla sobre la urgencia de hacer frente al reto que suponía la crisis climática. Les decía que no se trataba sólo de proteger el planeta tierra, si no de asegurar que pudiera seguir siendo el lugar donde nuestra especie continuara viviendo, adaptando nuestros modelos de vida y de consumo para evitar que 9 o 10 mil millones de personas lo hiciéramos imposible o muy difícil.
Un asistente a la comida, médico por cierto, me daba la razón aunque advirtiendo, sin embargo, que también había que estar muy atentos a que no apareciera un día una epidemia vírica para la que no estuviéramos preparados y fuera difícil de gestionar. Pensé que seguramente tenía razón, pero que yo no entendía bastante … Estos últimos días lo he recordado a menudo, y por eso quiero compartir con todos una reflexión de ámbito europeo.
- Europa no sabe cómo tratar a los virus. En lo que va de siglo hemos sufrido dos pandemias, una de carácter financiero originada en EE.UU., y una de carácter sanitario originada en China. Tanto una como la otra han trasladado a Europa, infectando la primera nuestros bancos y nuestros ciudadanos la otra. Debemos aceptar que, en ambos casos aquí han hecho más daño, y la recuperación ha sido mucho más difícil, que en los países de origen. Las repercusiones económicas de 2018 han sido más importantes y más largas en muchos países europeos que en Norteamérica. Y ahora las consecuencias humanas, y también económicas, me gustaría equivocarme pero parece que pueden ser peores aquí que en China. Es como si los virus, vengan de donde vengan, cogieran al llegarnos más fortaleza. Creo que los eurovirus no son más potentes; creo que la razón es seguramente otra: que las defensas europeas son más débiles o que tenemos menos armas para combatirlos. Analizando de forma superficial las competencias económicas del gobierno estadounidense y las sanitarias o políticas de los chinos parece que es eso. Lo que no quiere decir paso que las tengamos que envidiar, sobre todo estas últimas, pero sí que debemos ser conscientes de nuestras debilidades, tanto para hacer frente a la crisis sanitaria como la posterior y segura crisis económica.
- Unidad, Pluralidad, Participación, Democracia, Equidad y Solidaridad. La crisis hace diez años ya puso en evidencia las carencias en el diseño de la UE, y sobre todo la debilidad que significaba haber dejado el trabajo a medias. Es evidente que estamos construyendo un espacio político de un carácter inédito que no tiene ningún modelo de referencia en todo el mundo y que por tanto hay que ir innovando y aprendiendo mientras se va haciendo. Esto lo justifica sólo en parte… Me atrevo a resumir en estas seis palabras las líneas maestras de lo que queríamos y que no tenemos que acabar de hacer.
Es preciso que lleguemos a ser una unidad económica y política que pueda ser uno de los seis o siete grandes poderes globales del siglo XXI. Si lo hacemos bien tenemos todos los números para ser el tercero. De lo contrario nos convirtieron en un conjunto de pequeños poderes residuales. Para ello hay que completar la Unión Comercial y la Unión Monetaria con la Unión Bancaria, la Unión Fiscal y la Unión Política, que no quiere decir un Estado Unitario como los del siglo XIX, si no mucho más basado en una idea federal. Hay una real transferencia de una parte de las de competencias de los antiguos estados-nación en una doble dirección, hacia la Unión, y hacia las Regiones y las Metrópolis. Con este diseño compatibilitzaríem la búsqueda de un poder global y el mantenimiento de la pluralidad y la diversidad.Es necesario que en cada uno de estos niveles territoriales funcionen instituciones políticas democráticas que permitan la participación de los ciudadanos, que sean eficientes en la regulación de aquellos aspectos que corresponden a las características específicas de su diversidad, y que sean copartícipes en la elaboración de políticas de los niveles superiores. La realidad del siglo XXI es sin dudas la de las soberanías compartidas.
Es necesario que todos los niveles del espacio político funcionen mecanismos que garanticen a todos los ciudadanos la igualdad de derechos y de oportunidades, y que pongan límites y reduzcan las desigualdades de tipo económico o social, para que todos los miembros de la comunidad experimenten en su vivir diario la protección de estos mecanismos y no se sientan excluidos. En paralelo es imprescindible que exista una solidaridad entre comunidades que permita soluciones comunes a dificultades coyunturales individuales.
- Eurobonos. No os extrañe el título del artículo, que sale de mi convicción de que la polémica al cercado de estos bonos es mucho más profunda de lo que puede parecer. Creo que según cómo se resuelva pondrá o no en cuestión el futuro de la UE, que necesita urgentemente una revisión y un nuevo empuje en el proceso de su construcción.

Joan Majó, ingeniero y ex ministro
Miembro del Patronato d’Acció Solidària Contra l’Atur
24/03/2020
Hay una opinión generalizada que en España se pagan muchos impuestos y que la calidad de los servicios públicos es muy deficiente. Como que pagar impuestos no gusta a nadie hay mucha subjetividad al valorar el que se paga y los servicios que se reciban.
También se opina, con cierta razón, que solo pagan todos los impuestos los que tienen una nómina o una pensión, puesto que los profesionales de ejercicio libre, las grandes fortunas y las grandes empresas tienen medios legales o no tan legales para reducir el que tendrían que pagar.
Para objetivar si se paga mucho o poco, se tiene que recurrir a las cifras. El importe medio de los impuestos que se pagan en los 19 países de la Eurozona es del 41,7% del PIB, mientras que en España es de 35,4%. La diferencia supone unos 75.000 millones de euros anuales.
Hemos de ser mas exigentes con el funcionamiento eficiente y humanizado de los servicios públicos, pero al mismo tiempo, hemos de exigir disponer de un sistema fiscal progresivo y justo.
I aquí ve la paradoxa. Volem tenir serveis públics de qualitat com la que tenen els països nòrdics i voldríem una fiscalitat com la que té Romania, el 21,7%. Per acostar-nos a la fiscalitat mitjana europea, no es tracta d’augmentar més els impostos a les classes populars o classe mitjana, sinó a les persones que més tenen o més guanyen, i evidentment, lluitar contra la corrupció, el frau fiscal i els comptes il·legals en paradisos fiscals.
Y aquí viene la paradoja. Queremos tener servicios públicos de calidad como la que tienen los países nórdicos y querríamos una fiscalidad como la que tiene Rumanía, el 21,7%. Para acercarnos a la fiscalidad mediana europea, no se trata de aumentar más los impuestos en las clases populares o clase mediana, sino a las personas que más tienen o más ganan, y evidentemente, luchar contra la corrupción, el fraude fiscal y las cuentas ilegales en paraísos fiscales.
A modo de ejemplo, este año Cataluña dejará de ingresar 12.059 millones de euros a consecuencia de las exenciones y deducciones fiscales establecidas. La mayor parte de esta cifra, el 87,5% corresponden a la normativa española y el 12,5% a la catalana. Si se revisaran a la baja respetando las de tipo social y las que tengan sentido, se podrían generar un significativo aumento de los ingresos.
También la UE tendría que armonizar los impuestos que se pagan en cada país para evitar competencia desleal y dumping fiscal entre los estados miembros, para atraer inversiones y empresas. También en España se tienen que armonizar los impuestos de las Comunidades Autónomas, que como la Comunidad de Madrid practican dumping fiscal, eliminando impuestos como el de Patrimonio y de Sucesiones y reduciendo el IRPF.
Tenemos que ser más exigentes con el funcionamiento eficiente y humanizado de los servicios públicos, pero al mismo tiempo, tenemos que exigir disponer de un sistema fiscal progresivo y justo.
A medida que en España se recaude más y nos acercamos a la fiscalidad media europea podremos exigir más y mejores servicios públicos de calidad. En paralelo, tenemos que ser exigentes con los gobiernos porque administren eficientemente los recursos, que impidan cualquier sombra de corrupción y que centren sus esfuerzos a mejorar la calidad de vida de los ciudadanos a los que representan.

Francesc Raventós
Ex decano del Colegio de Economistas de Cataluña
Miembro del Patronato de Acció Solidària Contra l’Atur
Artículo publicado en la La Vanguardia el 15/03/2020
12/03/2020
No hay ninguna duda que estamos viviendo un tiempo en el que se han comenzado una serie de procesos de transición. Entiendo por “transición” el hecho que en muchos aspectos de nuestra vida, tanto personal como sobre todo colectiva, no se trata de saber si vamos adelante o atrás, si no de entrar en una etapa que supone una transición a un nuevo modelo. Pensamos en la globalización (de las fronteras estatales a la libertad de movimientos), la revolución digital (de la información escasa al exceso de información), la industria 4.0 (de la utilización de elementos materiales, a la de datos y conocimientos), la transición energética (de la combustión de reservas fósiles al aprovechamiento de flujos naturales), el relevo geopolítico (de los EE. UU. en China), el modelo de movilidad (del individual al colectivo), el modelo de consumo (de la posesión de herramientas materiales al acceso a servicios)… ¡Incluso se inicia una transición de modelo alimentario!
Todos estos procesos los han provocado dos hechos de carácter muy diferente pero complementario. Uno es la toma de conciencia de algunos retos que posan dificultades crecientes a la continuidad de la actual relación entre la especie y el planeta. Y el otro, la disponibilidad de nuevas herramientas tecnológicas que amplían enormemente nuestras capacidades y permiten hacer frente a estos retos, aunque a veces también los puedan agravar. Esto quiere decir que estamos ante un problema pero no de una situación dramática o insoluble; pero que se tienen que gestionar bien estas transiciones, cosa que creo que no se está haciendo, por una insuficiente conciencia a nivel ciudadano, y por una posible carencia de competencia a nivel político.
Esta gestión pide algunos principios; comento cinco.
- Acuerdo en el diagnóstico. No puede ser que para defender intereses concretos, que pueden ser incluso comprensibles, se pretenda desfigurar un problema posando en cuestión evidencias de tipo real o científico. Los intereses pueden ser tenidos cuenta en la hora de proponer medidas, pero no pueden paralizar la acción; y además ayudan a provocar desorientación en los ciudadanos.
- Dirección global y gestión local. La gran mayoría de los temas que comporta la llegada de la nueva época tienen una dimensión global, y por tanto piden soluciones globales. Es cierto que no su paso idénticos en todos lugares y por tanto es bueno que sean gestionados localmente, pero no de forma autónoma y menos todavía independiente o soberana. Hace falta una revisión de las actuales instituciones multilaterales internacionales (ONU, G20, OIT…) o la creación de algunas nuevas que aseguren una dirección global de las actuaciones. En estas circunstancias, todo movimiento de repliegue o de retorno al pasado, se tiene que hacer de forma muy cautelosa puesto que puede tener más consecuencias negativas que positivas, y ser doliendo a nivel global.
- Tecnología.Se tiene que evitar el miedo o la oposición en la tecnología, y aprovechar al máximo las oportunidades que ofrece para mejorar nuestras vidas y para encontrar soluciones en los problemas colectivos. Esto supone un esfuerzo muy importante de conocimiento, de aprendizaje, de divulgación y de ejemplificación por parte del sector público, junto con una fuerte promoción de su uso. La tecnología no es ni una finalidad en sí misma ni una moda, si no una herramienta de progreso que hay que posar al servicio de objetivos humanos y colectivos.
- Incentivación y Regulación.En linea con lo que acabo de decir, los poderes públicos siempre han tenido la responsabilidad de establecer objetivos democráticamente escogidos, de favorecer la investigación de tecnologías que puedan ser las más adecuadas, de orientar su uso hacia las prioridades sociales, y de regular este uso posando límites para evitar sus efectos negativos tanto personales como sociales. En una época de nuevas tecnologías tendrían que aparecer nuevas regulaciones. Pero en la actual transición observo una lentitud, cuando no una ausencia, de esta regulación. La lentitud puede ser hija de la velocidad y de la incomprensión, pero tanto ella como la ausencia su también hijas de una exagerada actitud respecto de la libertad, fruto de las ideas neoliberales que quieren desconocer sus límites.
- Ganadores y perdedores. Uno de los aspectos imprescindibles de la gestión de unas transiciones de esta importancia es la vigilancia sobre las repercusiones que puede tener en personas o territorios. Algunas nuevas desigualdades que puede crear sueño seguramente inevitables, puesto que sueño intrínsecas a su naturaleza. Por lo tanto hacen falta dos cosas: un análisis de las medidas para intentar evitarlas o reducirlas, y unas actuaciones paralelas para compensarlas. La UE ha utilizado un nuevo concepto, la “transición justa”, que creo que se tendría que imponer, evitando los efectos que la globalización económica y financiera de hace unas décadas tuvo, creando graves desigualdades, aumentado los niveles de pobreza y facilitando la acumulación de riqueza.
Y que pasará en estas décadas del siglo XXI será mucho más complejo, seguramente tendrá más repercusión, y quizás será todavía más rápido. Mal gestionado, puede llevar una fuerte inestabilidad sociopolítica.
P.S.
Este artículo no hace mención a la actual crisis sanitaria que se escribió antes de un fin de semana en el que, en Cataluña, el Presidente Torra anunció unilateralmente un “confinamiento global” sin tener competencias para hacerlo; en España, el Presidente Sánchez decretó un
“Estado de alerta” con unas medidas inconcretas e incompletas que han producido confusión, preocupación y desorientación en los ciudadanos y las empresas; y en el que, en la UE, es hiciera evidente la falta de actuaciones
coordinadas entre sus miembros. Todo ello justo lo contrario de lo que en el artículo se pide bajo los nombres de “acuerdo en el diagnóstico” y “dirección global y gestión local”. Pienso que el artículo no ha perdido actualidad si no al contrario …
Estas dificultades de diagnóstico, y las actuaciones unilaterales y poco consensuadas a los diferentes niveles políticos y administrativos hacen caer sobre los ciudadanos individuales muchas responsabilidades y no ayudan a alimentar esperanzas de soluciones cercanas. Espero que se rectifique a tiempo.

Joan Majó, ingeniero y ex ministro
Miembre del Patronato de Acció Solidària Contra l’Atur
09/03/2020
Durante unas semanas el coronavirus originado en la lejana ciudad de Wuhan, nos ha dejado sobrecogidos ante la posibilidad de una pandemia mundial. Es un buen ejemplo de cómo la globalización nos obliga a tener una visión global del planeta.
El crecimiento de la población, el envejecimiento, o las migraciones, son fenómenos globales que transforman la sociedad generando importantes retos. No somos conscientes del ritmo de crecimiento de la población mundial. En los próximos 10 años aumentará en 700 millones de personas, y el año 2050 pasará de los 7.700 millones actuales a 9.700 millones. Es cierto que buena parte de este crecimientos se producirá en África y en Asia, pero las consecuencias llegarán a todas partes.
Este aumento de población obligará a construir viviendas, escuelas, hospitales, infraestructuras, nuevo urbanismo y también pedirá más maestros, médicos, enfermeras, profesionales y puestos de trabajo.
El envejecimiento de la población afecta básicamente a los países desarrollados. En el año 2000 había 600 millones de personas mayores de 64 años. En el año 2050 habrá 2.000 millones. El envejecimiento también genera su propia demanda, más visitas médicas, más fármacos, centros de día, residencias, cuidadores, pensiones …
Las migraciones, ya sea para huir de las guerras, por persecución política, o para mejorar el bienestar, van en aumento. En los próximos 10 años África pasará de tener 1.312 millones de habitantes a 1.703. Son cuatrocientos millones más. Muchos jóvenes querrán emigrar. ¿Dónde irán? África es una bomba de relojería.
Es bien conocido que el 1% de la población más rica, posee tanta riqueza como el 50% de la población mas pobre
También es evidente que los 7.700 millones de personas actuales aspiran a tener un Estado del Bienestar como el que hay en Occidente, para vivir dignamente: sistemas de educación y sanitario, prestaciones del paro, pensiones, dependencia.
Los gobiernos necesitan garantizar los suministros de recursos para su crecimiento económico, por el aumento del número de habitantes y para mejorar el Estado de Bienestar. La lucha por asegurarse los recursos, será un motivo de fuertes tensiones y conflictos.
Tanta presión demográfica y mayor demanda de bienes, tendrá también un fuerte impacto en el medio ambiente: calentamiento del planeta, contaminación en las ciudades, y polución en ríos y mares. Será difícil de controlar.
Todos estos fenómenos tendrán repercusiones en la economía y en la sociedad, llevarán precariedad laboral, aumento de la desigualdad social y agresión al medio ambiente.
¿Cómo poder dar respuesta a tantos retos? Hacer frente, exige muchos más recursos de los que se obtienen con la fiscalidad actual. Es bien conocido que el 1% de la población más rica, posee tanta riqueza como el 50% de la población más pobre. Si se quieren encarar estos y otros desafíos, para mantener la estabilidad social, por interés de todos, pero especialmente de los que más tienen, hay una distribución más justa de la riqueza. Ante tantos problemas una mejor distribución de las ganancias y de la riqueza será uno de los caballos de batalla de los próximos años.

Francesc Raventós
Ex decano del Colegio de Economistas de Cataluña
Miembro del Patronato de Acció Solidària Contra l’Atur
Artículo publciado en La Vanguardia el 01/03/2020
20/02/2020
El año 2018, el número de mujeres que realizaron peticiones de patente representaron el 24,4 por ciento del total. En el momento de escribir este artículo, los datos del 2019 todavía no se han publicado. Aun así, desde la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI) se alerta que esta cifra todavía está lejos de la paridad, a pesar de que el número de inventoras en el mundo es lo más alto de la historia. Actualmente, los sectores con más peticiones de patentes por parte de mujeres son los de la biotecnología, la farmacia y la química.
¿Os suena el nombre de Ada Lovelace? ¿Y el de Josephine Cochrane? ¿Y el de Sarah Mather? Es probable que la respuesta mayoritaria sea no. Y no por falta de méritos, sino porque su trabajo ha quedado enterrada y silenciada. Son, por este orden, la primera programadora informática de la historia, la inventora del primer lavaplatos y la creadora del telescopio submarino. Tres inventos que han cambiado las vidas pero que casi nadie sabe que los hicieron realidad tres mujeres.
Con este artículo, y aprovechando que el 8 de Marzo es el día internacional de la mujer, queremos rendir homenaje a manantial de estas mujeres, y podrían ser muchas más, que no han tenido el reconocimiento que se merecen.
Sybilla Masters (Bermudas, 1675-1720)
Molino para obtener harina
Fue, sin duda, una mujer avanzada a su tiempo. Casada con un empresario, propietario de terrenos y casas, patentó la idea de un molino para obtener harina de un trigo de origen indígena -la patente iba a nombre del marido porque en aquella época las mujeres no podían figurar.
Sara Mather (Nueva York, 1796-1868)
El telescopio submarino
Inventó un aparato con diferentes lentes que le permitían observar el fondo marino. Era un tubo con una luz y una serie de prismas ópticos o espejos que podía iluminar diferentes objetos cuando se sumergía, y examinarlos desde la superficie. Con este aparato se podían revisar los cascos de los barcos sin necesidad de buzos, o sacarlos del agua, hecho que era muy costoso.
Augusta Ada Lovelace Byron (Reino Unido, 1815-1852)
Primera programadora informática
Hija del poeta Lord Byron, en 1843 escribió el primer algoritmo destinado a ser procesado por una máquina. Se la considera la primera programadora informática de la historia. Pero su nombre no aparece en los libros. El único homenaje lo recibió el 1979 cuando el Departamento de Defensa de los EE.UU. bautizó con su nombre, ADA, un lenguaje de programación.
Amanda Jones (Nueva York, 1835-1914)
Envasado al vacío
Fue una poetisa, inventora, profesora y activista de los derechos de las mujeres. El año 1872 consiguió eliminar el aire de una lata, e inventó la envaadora al vacío, que mejoraba la calidad de los alimentos conservados en la hora de consumirlos. Su invento fue patentado el año siguiente con el nombre de “proceso Jones”.
Josephine Cochrane (Ohio, 1839-1913)
El lavaplatos
El año 1886 inventó el lavaplatos, gracias a sus conocimientos de mecánica e ingeniería, con el objetivo de hacer menos pesada la limpieza de una apreciada y muy valiosa vajilla que tenía en casa.
A partir de 1893, muchos restaurantes incorporaron su sistema automático para limpiar los platos.
Letitia Geer (Nueva York 1853-1935)
La jeringuilla
Fue una enfermera e inventora. El año 1899 inventó la jeringuilla médica de una sola mano.
En aquella época ya existían algunas jeringuillas rudimentarias, pero Geer innovó los modelos existentes y creó la jeringuilla que permitía sujetar con una mano la zona donde se tenía que aplicar, y con la otra utilizar la jeringuilla.
Mary Anderson (Alabama, 1866 -1953)
Los limpiparabrisas
Fue una promotora inmobiliaria, ranchera, viticultora e inventora. En un viaje en Nueva York, Anderson se fijó que el conductor del tranvía en que viajaba tenía que pararse para limpiar la suciedad, el agua y el hielo que impregnaban el parabrisas. Al volver a casa, decidió crear un dispositivo de accionamiento manual que permitiera hacer este trabajo desde dentro del vehículo.
El año 1916, todos los coches ya incorporaban el brazo mecánico que inventó Anderson, y que ahora conocemos como limpiaparabrisas.
Ángela Ruiz Robles (Villamanin 1895-1975)
El libro electrónico
Fue una maestra, escritora e inventora española. El año 1954 se convirtió en la precursora de libro electrónico. Inventó una enciclopedia mecánica con el objetivo de transmitir conocimientos a los alumnos de manera más interactiva.
El libro tenía pulsadores, vacunas, luces, sonido, botones y prestaciones que hoy en día tienen los libros electrónicos y las tabletas.
Katharine Burr Blodgett (Nueva York, 1898-1979)
Cristales antireflejantes
Fue una investigadora y científica y la primera mujer a obtener un doctorado de Física por la Universidad de Cambridge. Trabajó en la fábrica de General Electric, donde hizo experimentos con recubrimientos moleculares aplicados al agua por los metales y vidrios.
Sus descubrimientos en este ámbito son la base de la creación de los vidrios antireflejantes, que hoy en día se utilizan en pantallas de ordenador, ojeras, parabrisas, etc.
Bette Nesmith Graham (Texas, 1924-1980)
El Típex
Fue una mecanógrafa, artista e inventora. Trabajando de mecanógrafa se dio cuenta de la necesidad de poder corregir errores de texto. Decidió posar pintura blanca y agua en una botella y llevarla al trabajo junto con su pincel de acuarelas.
Este es el inicio del “Liquid Papel”, que ahora conocemos como Típex y que ya está en desuso a causa de los ordenadores.

Esther Amorós
Miembro del Consejo Directivo de Acció Solidària Contra l’Atur
11/02/2020
El 22 de febrero se celebra, desde su designación en 2008 por el Parlamento Europeo, el Día Europeo de la Igualdad Salarial, una fecha en la que la UE recuerda que las mujeres europeas cobran, de media, un 15% menos que sus compañeros varones.
En España, la brecha es aún mayor. Con datos del Instituto Nacional de Estadística, correspondientes al año 2017 (publicados en junio de 2019) la diferencia se sitúa en un 21% (20.607,85 euros, salario medio de la mujeres y 26.391,84 euros el de los varones)[1].
El sueldo de las mujeres es inferior, en todas las comunidades autónomas, siendo esta diferencia más apreciable en las de mayor renta. También se da para todas las edades y en todos los sectores de actividad.
Las mujeres europeas cobran, de media, un 15% menos que sus compañeros varones.
Donde la diferencia es menor, entre mujeres y hombres, es en el sector de “educación”. En este sector el sueldo medio, 23.560 euros, es igual al sueldo medio de todos los sectores (23.647 euros) y el sueldo de las mujeres es de 2.309 euros menos que el de los hombres. La diferencia mayor se da en actividades financieras, con 11.528 euros menos.
Las razones de esas diferencias responden a diferentes factores y vienen de lejos y, como decíamos, en mayor a menor medida, se dan en toda Europa.
Las principales damnificadas son las mujeres pero, en definitiva, es toda la sociedad la que sale perjudicada. Y no solo por razones éticas y morales, que también por la injusticia que supone trabajos iguales-sueldos menores, sino sobre todo porque no se aprovecha en su totalidad, como debería ser, la contribución de las mujeres (que representan más del 50% de la población) al desarrollo socio-económico-cultural de nuestras sociedades.
Desde Acció Solidària Contra l’Atur queremos hacernos eco de esta fecha ya que consideramos que, cuanto más se conozca la desigualdad salarial entre hombres y mujeres, mayor será la respuesta para poner coto a esta situación inadmisible.

Miquel Vila-Despujol
Vicepresidente de Acció Solidària Contra l’Atur
[1] Muchos datos provienen del artículo de Pablo Elorduy y Ana Álvarez “La brecha salarial entre hombres y mujeres es más profunda en los territorios más ricos” publicado el 24 de junio de 2019 en El Salto.