Europa: tranquilidad o miedo

Europa: tranquilidad o miedo

Pienso que el bienestar es una sensación de presente que se experimenta cuando uno se siente bien, pero que la tranquilidad y el miedo tienen a menudo que ver más con el futuro. La tranquilidad viene de la confianza cuando las perspectivas son buenas, y el miedo la producen las malas perspectivas, pero quizás aún más las perspectivas inciertas. Aceptando que estas sensaciones tienen una dimensión individual, es evidente que su extensión produce un efecto colectivo o social. Se oye hablar a menudo de “bienestar social“, pero mucho menos de “miedo social“, y creo que esto es precisamente lo que caracteriza nuestras actuales sociedades europeas y es un elemento clave de lo que nos está pasando; por eso quisiera analizarlo un poco más.

  1. Un siglo de contrastes. Tras unos cincuenta años de relativa tranquilidad, no tenemos que avergonzarnos al reconocer que ahora los europeos estamos cargados de miedos, ya que alrededor del cambio de siglo se ha iniciado una nueva situación. La primera mitad del siglo XX, aunque con unos años tranquilos, estuvo llena de enfrentamientos, de dictaduras, de campos de exterminio, de emigrantes, de guerras y muertos. Tanto para los que las vivieron, como por los que nacieron después, la segunda mitad del siglo fue muy diferente, y pudimos mirar el futuro con unas perspectivas aceptables que se iban confirmando o mejorando década tras década. En el ámbito político, los acuerdos de paz, la restauración de regímenes democráticos, el nacimiento de muchas organizaciones de carácter internacional (ONU, UNESCO, OIT, OMS …), y la progresiva construcción de una entidad política europea, eran algunos elementos muy positivos. Pero sobre todo la recuperación de un proceso de crecimiento económico que generaba riqueza real y que creaba muchos puestos de trabajo y una paralela disminución de las desigualdades sociales, permitían a una parte muy importante de la población mirar el futuro con optimismo. Evidentemente, la situación era mejorable, incluso muy mejorable, pero iba mejorando para muchísima gente. Había tranquilidad y confianza en el futuro. Muchos expresaban el convencimiento de que sus hijos vivirían mejor que sus padres …
  2. Las últimas décadas. A muchos les cuesta aceptarlo, pero la coincidencia de la globalización con las corrientes neoliberales de finales de siglo rompieron esta dinámica. La globalización fue la consecuencia, inevitable pero buena, de un conjunto de circunstancias y de posibilidades derivadas la mayoría del progreso tecnológico. Pero un cambio de situación como éste pedía una adaptación o un cambio de regulación, y lo que se hizo no fue eso sino simplemente se des-regular y se echaron atrás muchas de las políticas que habían permitido el tipo de progreso de los años anteriores. Poco a poco, a partir de este hecho, la gente se fue mirando el futuro con más preocupación, ya que las tres últimas décadas no invitan a pensar que “cada vez vamos mejor”. El terrorismo y las guerras relacionadas con luchas radicales, el progresivo paso de una economía industrial regulada dentro de cada estado a una economía financiera de carácter mundial, la evidente incremento del poder de los grupos financieros por encima del teórico poder político de los gobiernos de muchos países, o más recientemente, la experiencia del poder de los grupos que controlan los datos, la conectividad o la creación y la distribución de la información, ha ido haciendo crecer el miedo al futuro, tanto en el campo del trabajo, como en el de los recursos. Miedo al futuro del trabajo, miedo al retorno de la pobreza y la escasez, miedo a la sostenibilidad del modelo de consumo, miedo a la decreciente calidad de los servicios públicos (enseñanza, sanidad, pensiones, oportunidades de trabajo, protección de la vida privada …) y también miedo a las posibles consecuencias de una aparente impotencia o incapacidad de los gobiernos para dar soluciones a todas estas necesidades o preocupaciones.
  3. Europa en la pandemia. Sabemos que lo que las personas hacen cuando toman decisiones empujadas por el miedo es difícil que parezcan racionales y que sean entendidas. Si son los que gobiernan los que las toman, en base a informaciones dudosas y en perspectivas inciertas, es fácil que creen en los ciudadanos desorientación y sospechas de incompetencia, y esto contribuye aún más a hacer crecer la desconfianza y el miedo en el futuro. Sería preciso que hubiera un mayor grado de transparencia en las manifestaciones de muchos gobiernos europeos, entre ellos, nuestros, para evitar la apariencia de tener la verdad y de conocer lo que hay que hacer, y así poder descalificar las otras opiniones. Esto refuerza los populismos de una y otra parte, polariza las sociedades, convierte el juego político en enfrentamientos permanentes, hace muy difíciles las actuaciones consensuadas, y en definitiva también hace que muchos empezamos a tener miedo de que se ponga en cuestión el sistema democrático . Un pueblo atemorizado y decepcionado es muy fácil de ser engañado por unos líderes irresponsables con unos objetivos emocionalmente estimulantes.

Joan Majó, ingeniero y ex ministro

750.000 millones no serán suficientes

750.000 millones no serán suficientes

Cuando en primavera el coronavirus empezó a hacer grandes estragos sanitarios, económicos y sociales, se creía que pasado el verano habría un segundo rebrote y que con la vacuna de la Covid-19 todo quedaría como el recuerdo de una pesadilla.

Para paliar el desastre, los gobiernos, la Comisión Europea y el Banco Central Europeo actuaron con rapidez. El BCE, facilitando financiación ilimitada para poder ayudar a empresas y personas en situación vulnerable. En la Comisión Europea, la respuesta ha sido bien diferente de la que se dio a la crisis financiera del 2008. En aquel momento el presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, con una ideología muy liberal y visión a corto plazo, impuso austeridad y recortes de los servicios públicos. Ahora, por el contrario, ante la dura realidad, Bruselas pide a los gobiernos que gasten sin límite.

La actual presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, con mayor sensibilidad y visión estratégica a largo plazo, ha tenido claro que hace falta enderezar la economía, aliviar la crisis social y reconvertir el sistema productivo invirtiendo en proyectos de futuro. Después de vencer una dura resistencia, el Consejo Europeo del mes de julio aprobó un importante paquete de 750.000 millones de euros para ayudar a los países más afectados y, en especial, Italia y España.

¿Cuál es la situación en el mes de octubre del 2020? La pandemia sigue causando estragos. Los gobiernos están desbordados. En la Unión Europea, muchos países están seriamente afectados, especialmente España. La crisis económica y los dramas sociales se están alargando mucho más de lo que se había estimado y seguiremos en una situación muy complicada hasta que no se disponga de una vacuna eficaz aplicada a gran escala y nos recuperemos de los destrozos hechos.

Lo que se empieza a percibir es que, a pesar del elevado importe del fondo acordado de 750.000 millones, este no será suficiente para evitar que la situación se descontrole. Parece como si el Parlamento Europeo ya lo hubiera intuido. En el mes de mayo ya acordó que se tenía que crear un Fondo de Recuperación y Transformación de dos billones de euros, financiados con la emisión de bonos a largo plazo garantizados por el presupuesto de la Unión Europea.

¿Cuál es el problema? Actualmente, el nivel de endeudamiento de muchos estados europeos y del BCE ya es motivo de preocupación. ¿Se tienen que seguir endeudando? Sí, si se quiere evitar lo peor. No es una buena solución, pero parece que no hay una alternativa mejor. Pero todo tiene un límite y algún día se tendrá que empezar a reducir el déficit y la deuda pública.

De momento, hay que plantear que el paquete de 750.000 millones será insuficiente y que se necesitará un nuevo gran paquete de ayudas por minorar los efectos devastadores de la Covid-19. Será difícil llegar a un nuevo acuerdo. Muy difícil. Pero la misma subsistencia de la UE dependerá de si es capaz de superar esta dura crisis y de recuperar la confianza de los ciudadanos.

La crisis económica y los dramas sociales se están alargando mucho más de lo que se había estimado.

Francesc Raventós
Ex-decano del Col·legi d’Economistes de Catalunya
Miembro del Patronato de Acció Solidària Contra l’Atur

Artículo publicado en La Vanguardia el 10 de octubre de 2020.

Jornada Mundial para el Trabajo Decente – 7 de Octubre de 2019

Jornada Mundial para el Trabajo Decente – 7 de Octubre de 2019

La fundación Acció Solidària Contra l’Atur se suma de manera activa a participar en los actos que ha organizado la Plataforma pel Treball Decent y de la que forman parte los días 6 y 7 de Octubre:

Para el acto del día 06/10 el aforo es limitado y se ha de hacer reserva previa. Se puede seguir en directo por streaming.

La Jornada Mundial por el Trabajo Decente está promovida por todo el mundo cada 7 de octubre por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y por la Confederación Sindical Internacional (CSI). Este año viene enmarcada por el drama de la pandemia del coronavirus y por sus dramáticas consecuencias en el mundo del trabajo. Si antes ya había muchas personas en riesgo de perder su puesto de trabajo o en condiciones muy precarias, ahora son muchas más las afectadas, sobre todo las que hacen los trabajos menos cualificados.

A la hora de buscar una salida a la situación, como entidades de Iglesia, ponemos en el centro de nuestras preocupaciones las personas y las familias. En el mundo hay suficientes recursos para que todos puedan vivir dignamente, la cuestión es cómo se reparten para que todos puedan vivir y llegar a fin de mes en condiciones dignas.

La globalización y el desarrollo tecnológico ya habían abierto un intenso debate sobre el futuro del trabajo y sobre si la creación de nuevos puestos de trabajo compensaría la previsible destrucción de muchos de los actuales. Ahora con las consecuencias de la pandemia se abren aún más interrogantes. Con todo, desde ETD queremos seguir apostando por la solidaridad y la fraternidad como criterios básicos en las relaciones sociales e institucionales. Por eso creemos que:

  • Hay que recuperar y educar el sentido del bien común en nuestra sociedad y reivindicar el papel de la política, ejercida con honestidad y transparencia, para poder revitalizar un nuevo contrato social. Hay que buscar el bien común con consenso.
  • La crisis económica que lleva la pandemia se ha de afrontar evitando que los costes recaigan, como siempre, sobre los más débiles. El capital debe asumir la parte principal evitando reducciones de sueldos o recortes de gasto social.
  • La economía productiva debe crear más trabajo decente y sostenible, se repartirá mejor el trabajo que hay, reduciendo la jornada laboral. A la hora hay que invertir más en formación para capacitar y reciclar profesionalmente las personas.
  • El cuidado de las personas dependientes reclama más atención: hay que destinar más recursos, personales y materiales, siendo una fuente de empleo.
  • Hay que avanzar hacia un sueldo mínimo de 1.166 € / mes (60% del sueldo medio) y facilitar la conciliación laboral. Igualmente, habría que potenciar la economía social.
  • La pandemia hace urgente una regularización de los “sin papeles” vía extraordinaria que les haga posible un trabajo decente. También hay que dar respuestas humanas a los jóvenes ex tutelados que, a partir de los 18 años, quedan en la calle y desprotegidos.

Aunque el objetivo de esta jornada es conseguir que todos puedan tener un trabajo digno y decente, en el día a día hay que dar respuesta a tanta gente en nuestro país que sufre por falta de trabajo o que se ve obligada a hacer trabajos precarias. Son necesarias nuevas políticas activas, personalizadas y dinámicas contra el paro. Y si nos felicitamos por la puesta en marcha de la nueva ley de Ingreso Mínimo Vital, creemos que hay que simplificar los mecanismos de acceso, coordinar mejor las ayudas estatal y autonómicos, y urgir las resoluciones y los mecanismos, para que las ayudas lleguen al momento en que se necesitan. Hay también un acompañamiento de servicios de apoyo que puedan aconsejar y guiar a las personas afectadas.

Afirmamos, con el Papa Francisco, que “la esperanza nos invita a reconocer que siempre hay una salida, que siempre podemos reorientar el rumbo, que siempre podemos hacer algo para resolver los problemas” (LS 61).

* Manifiesto de la Plataforma pel Treball Decent

La economía del poscoronavirus

La economía del poscoronavirus

El Covid 19 será durante años una pesada losa para la sociedad. Tardaremos en reponernos de la destrucción de riqueza, cierre de empresas, paro elevado, pérdida de poder adquisitivo, traumas sociales y miedo al futuro.

Los bancos centrales y los gobiernos occidentales han evitado un mayor hundimiento de la economía y han paliado las consecuencias sociales. Han inundado de recursos financieros al sector público y privado con “paquetes de rescate” que hasta abril de 2020 han sumado 7,8 billones de dólares, equivalentes a un 10% del PIB mundial. A su vez los gobiernos han aumentado enormemente el gasto y reducido la recaudación fiscal lo que ha generado un impresionante déficit y nivel de deuda pública.

El Institut of International Finances, IIF, estima que la deuda mundial pública y privada se eleva ya a 255 billones de dólares, el 329% del PIB mundial. Pero, ¿Cuáles son los límites del déficit y de la deuda pública? Los partidarios de la Moderna Teoria Monetaria, MTM, defienden que un país que emite su propia moneda puede hacer frente a cualquier aumento del gasto público, sin necesidad de subir los impuestos, simplemente emitiendo más moneda. Tampoco ven problemas en financiar los grandes programas de inversiones estructurales. Afirman que la limitación de recursos no viene dada por el déficit y la deuda pública sino por el aumento del tipo de interés o la inflación que, se puede controlar reduciendo la demanda agregada. Esta escuela de pensamiento, que tiene un elevado número de partidarios, se distingue tanto de la perspectiva clásica keynesiana como de la ortodoxia económica.

De cara a las elecciones presidenciales en Estados Unidos del 3 de noviembre de 2020, el sector de izquierdas del partido Demócrata con la MTM creía haber encontrado la fórmula para financiar sus ambiciosas propuestas de gobierno y entre ellas el Green New Deal, la mejora del sistema sanitario, la educación, o las infraestructuras. Stephanie Kelton, líder destacada de la MTM, era consejera de Bernie Sanders, el senador excandidato a la presidencia y de la joven estrella de la izquierda, la congresista demócrata por Nueva York, Alexandria Ocasio-Cortez.

Son muchos los economistas que están en desacuerdo con la MTM, entre ellos Paul Krugman, Lawrence Summers, o Kenneth Rogoff. Opinan que no deben confundirse los límites de crear moneda, con los límites de crear bienes reales. La renta real no consiste en el dinero que se tiene, sino lo que con este dinero se puede comprar. Los monetaristas siguen defendiendo que la inflación se produce por un exceso de liquidez y que una deuda excesiva es peligrosa. Es el motivo por el cual los bancos centrales dan mucha importancia a que la inflación no exceda de un cierto límite, que en el BCE es el 2% del PIB. En fin, hay un largo debate sobre el tema.

Para salir ordenadamente de la situación debería existir una coordinación a nivel mundial que permitiría minimizar los costes económicos y sociales de la pandemia y de la crisis.

¿Cuáles serán las consecuencias económicas y sociales de la post pandemia?  Algunos economistas, especialmente alemanes, temen que pueda reproducirse un proceso hiperinflacionario como el sufrido por la república de Weimar en los años 1920. Si a unos presupuestos ya deficitarios le añadimos una asignación de recursos para contrarrestar la pandemia y para prevenir los retos globales, como la crisis climática, el endeudamiento será monumental y la enorme masa monetaria en el mercado, “creada de la nada”, derivará en inflación y posiblemente hiperinflación.

Otros economistas opinan que, ante la pérdida de riqueza, cierre de empresas, aumento del paro, cambios sociales y tanta incertidumbre, se retrasará el consumo no esencial y la compra de bienes duraderos, como viviendas, o electrodomésticos. Muchas empresas ya se han endeudado para sobrevivir y no podrán hacer inversiones. El resultado será una fuerte recesión y deflación, lo cual para la sociedad es peor que la inflación. El expresidente del Instituto de Investigación Económica alemán, Ifo, Hans-Werner Sinn, opina que el peligro más inmediato es la deflación. La deflación “suena bien”, los precios bajan. Pero tiene un efecto devastador. Es una espiral infernal difícil de combatir. Más a largo plazo cree que habrá inflación, debido a que intereses a coste cero y superabundancia de dinero derivaran en especulación y subida de precios. Pero hay todavía otro escenario peligroso: la estanflación. Es una mezcla tóxica de inflación, producción estancada y alto paro. Es la receta para una crisis duradera.

También Olivier Blanchard, ex Jefe economía del FMI, opina que el impacto inmediato será deflacionario. El nivel de paro es alto, se reduce la demanda agregada, los precios caen y el precio del petróleo está hundido. ¿Y a largo plazo?  A diferencia de Sinn, cree que veremos más de lo mismo: demanda floja, inflación y tipos de interés bajos. Seguiremos los pasos de Japón. Cree que una alta inflación es poco probable.

Ya se ve la diversidad de opiniones sobre el futuro próximo de la economía en los países occidentales. Este escrito trata únicamente de reflejar uno de los muchos escenarios posibles. Un esquema de síntesis podría ser el siguiente: El Covid 19 destruye riqueza, cierra empresas, genera paro, disminuye el poder adquisitivo y crea desasosiego social. Ante esta situación es muy posible que se inicie un proceso deflacionario que perduraría mientras no se disponga de una vacuna eficaz aplicada a gran escala. (¿2020 – 2023?). A partir de este momento se acelerará de forma progresiva el crecimiento económico. Si la economía crece a buen ritmo, dada la enorme masa monetaria existente en el mercado, el riesgo de generar un proceso inflacionario será elevado.

En algún momento, las autoridades monetarias y los bancos centrales forzarán que los gobiernos disminuyan el déficit y la deuda pública lo que supondrá aplicar políticas restrictivas de gasto y de inversión, (¿2023 – 2024?), es decir, políticas de austeridad, recortes en servicios públicos y aumento de impuestos, lo que puede llevar a una situación social altamente explosiva. A partir de ahí, ya es muy aventurado opinar. Uno de los problemas a resolver será como gestionar la montaña de deuda pública.

Nadie sabe cómo evolucionara la economía en los próximos años. Viviremos una situación muy compleja llena de tensiones y mucho sufrimiento. Si se quiere aprovechar, ofrecerá la oportunidad de transformar el sistema productivo y la Sociedad para hacerla más justa y humana. También favorecerá avanzar hacia la Unión Europea.

Para salir ordenadamente de la situación debería existir una coordinación a nivel mundial que permitiría minimizar los costes económicos y sociales de la pandemia y de la crisis. En todo caso, los políticos y autoridades monetarias deberán estar muy atentos para impedir cualquiera de las graves situaciones apuntadas y para ello hay que tener potentes paquetes de medidas preparados para poder actuar con urgencia. No lo tendrán fácil, pero hay la esperanza de que se pueda hacer mejor.

Francesc Raventós
Ex-decano del Col·legi d’Economistes de Catalunya
Miembro del Patronato de Acció Solidària Contra l’Atur

Artículo publicado el Alternativas Económicas.

Teletrabajo y teleactividad

Teletrabajo y teleactividad

Este últimos meses hemos experimentado, de forma personal más o menos intensa o viendo lo que pasaba alrededor, unos cambios muy importantes en la forma de trabajar. Todos hemos visto también cambios en la manera de hacer muchas otras cosas. Nos equivocaríamos si no analizamos simultáneamente lo que está pasando en cuatro áreas de nuestra vida: el trabajo retribuido, el trabajo voluntario, las relaciones sociales, y las relaciones familiares. Sabemos que las grandes oportunidades que han abierto tanto el progreso en la digitalización como el incremento de la movilidad de personas, de cosas, y de bits, pueden cambiar muy nuestras costumbres en todas estas áreas, y hay que saber adaptarse para conseguir que supongan un aumento del bienestar personal y colectivo.

No es de extrañar que unas circunstancias inesperadas que obligan a reducir de forma importante los contactos personales, hayan producido una aceleración en el aprovechamiento de estas oportunidades. Esto obliga a repensar normas, tanto sociales como económicas, con cambios que seguramente se mantendrán parcialmente una vez hayan desaparecido estas circunstancias. Quiero hablar sobre todo del trabajo, pero no sólo ya que tendremos que hacer adaptaciones en muchos otros aspectos de la vida. Hago cuatro sencillos apuntes.

  1. Límites del teletrabajo. Aumentará mucho, pero no olvidemos que seguirá habiendo una parte muy importante de la economía productiva y de servicios que necesitará una cierta presencia personal para la fabricación de aparatos, la construcción de infraestructuras, la manipulación de objetos, el movimiento de mercancías, la obtención de recursos físicos, la eliminación de residuos, la atención a las personas … Algunas tareas se pueden realizar y controlar a distancia, pero no siempre es posible ni siempre es el mejor. Cuando el trabajo haga referencia a la producción de datos, la creación y transmisión de información, la recolección de conocimientos o de opiniones, y otros elementos inmateriales “digitalitzables”, el teletrabajo asumirá, como ya está haciendo, una parte muy importante de la actividad y pedirá unos nuevos espacios, unas nuevas medidas, unas nuevas herramientas, y unas nuevas competencias. Debemos prever la coexistencia de al menos dos tipos de trabajo, lo que aumentará la dificultad de su organización ya que no se trata de un cambio sino de una diversificación y un aumento de la complejidad.
  2. Espacios. Para la gran mayoría de la población siempre ha habido un espacio “familiar” o “privado”, y otro espacio de “trabajo”. La circunstancial situación actual las ha unificado. Hay que conseguir que no se confunda el concepto de “teletrabajo” con “trabajo desde casa”, ya que esto conlleva inconvenientes que pueden afectar tanto a la calidad del trabajo como en el funcionamiento familiar. Seguirán habiendo “puestos de trabajo” (la fábrica, la oficina, la escuela, el hospital …) pero muchos de los que trabajen podrán hacerlo de forma “no presencial”, al menos en una parte importante de su tiempo. Esto significa que habrá que organizar urgentemente una cantidad grande de espacios (privados o públicos; individuales o colectivos) que ahorren el desplazamiento pero que eviten tener que dar una doble función en el comedor o en la cámara, lo que representa un grave problema, sobre todo para muchas personas de familias con recursos limitados. Hablando de otros espacios, creo que, siendo muy útil, el espacio telemático no puede monopolizar los contactos personales. En toda la relación humana, tanto de trabajo como social o familiar, el contacto físico es un elemento que no puede desaparecer ya que la persona se relaciona a través de cinco sentidos y la conexión telemática queda reducida al oído y la vista. Esto vale también para las relaciones entre personas que trabajan en una misma empresa u organización y que necesitan elementos fuera de los puramente laborales que los creen sensación de pertenencia y colaboración.
  3. Medidas. La actividad laboral tiene una serie de parámetros que permiten valorar el trabajo de las personas y que están muy ligadas a la presencia (horarios, disponibilidad, vacaciones …). La conectividad y el teletrabajo harán que pierdan mucho de la importancia estos parámetros y que el valor personal se centre en los resultados, lo que es muy buena para todos. Pero al mismo tiempo hay que establezcan nuevos criterios y normas para evitar que este cambio reduzca la protección y los derechos de las personas cuando trabajen para organizaciones que puedan abusar de ellos aplicando su propio criterio.
  4. Herramientas y competencias. Se deben adquirir nuevas competencias, no es necesario decirlo, relacionadas con la utilización de las nuevas herramientas. Además de para que sirven y de cómo sacar el mejor provecho, la competencia significa también saber cuáles son sus límites y sus peligros. Son necesarias normas sobre la utilización que establezcan recomendaciones e imposiciones, sin que ello pueda parecer una limitación arbitraria de la libertad personal. En el espacio de la movilidad de vehículos ha sido necesario establecer carriles, direcciones prohibidas, semáforos, límites de velocidad … Igualmente en el espacio telemático tenemos que aceptar limitaciones relacionadas con la privacidad, la fiabilidad, la manipulación, y el rigor , tanto para la protección propia como la de terceros.

Joan Majó, ingeniero y ex ministro

La Reindustrialización Europa

La Reindustrialización Europa

En un mundo con tanta incertidumbre, se vuelve a valorar la importancia de la industria como fuente de innovación, creación de empleo de calidad, alta demanda de servicios y oportunidad para diversificar hacia sectores de futuro.

EI Coronavirus ha puesto en evidencia hechos conocidos pero los que no se ponía remedio. El material sanitario que urgía para poder controlar la epidemia: mascarillas, kits de protección, respiradores o antibióticos, se producían sólo en China. En una situación de emergencia no tenían stocks ni capacidad productiva para atender demandas vitales para la salud. Es una situación que no se puede repetir. La UE deberá asegurar que en casos de emergencia generada por cualquier tipo de crisis, dispone de los stocks y capacidad de producción suficientes dentro de la UE. También es conocido que las cadenas logísticas de componentes que se fabrican en países lejanos, cuando por razones diversas cortan los suministros y obligan a detener las líneas de producción.

“Hay que reindustrializar Europa, lo que permitirá recuperar el liderazgo o coliderazgo de algunos sectores estratégicos.”

La progresiva introducción del modelo de producción Industria 4.0, en el que confluyen la digitalización integral, la inteligencia artificial y la robotización, reduce los costes y en especial el de mano de obra, con la ventaja de que la flexibilidad del proceso productivo permite producir series cortas con un coste marginal bajo.

En las últimas décadas la globalización se tradujo en una dura competencia entre empresas, competencia que ahora se acelerará debido a la reducción de ventas por Coronavirus. Forzados a reducir los costes de producción, muchas industrias, trasladaron sus centros en países asiáticos y del norte de África. En estos países los salarios eran bajos, las condiciones de trabajo precarias, sin sindicatos que los protegieran y las exigencias de medioambientales inexistentes. Esto les permitía practicar un dumping laboral, social y medioambiental. Con el tiempo la calidad de los productos, las condiciones de trabajo y sanitarias ha mejorado y la diferencia de costos con respecto a la UE ha disminuido, lo que facilita el retorno de industrias que en su día se deslocalizaron.

La UE presidida per Ursula von der Leyen ara vol recuperar la capacitat industrial perduda,  però especialment en els sectors de futur. Al mateix temps s’haurà de garantir la disponibilitat de productes vitals en casos d’emergència, sigui sanitària, alimentaria, energètica, digital o qualsevol altra.

La UE presidida por Ursula von der Leyen ahora quiere recuperar la capacidad industrial perdida, pero especialmente en los sectores de futuro. Al mismo tiempo se deberá garantizar la disponibilidad de productos vitales en casos de emergencia, sea sanitaria, alimentaria, energética, digital o cualquier otra.

Es una buena noticia que la UE recupere iniciativas industriales y que disponga de financiación para encarar retos como el calentamiento del planeta, impulsar la economía verde, la transición energética o la digitalización de la economía y la sociedad. Todos son sectores que crean riqueza, empleo y mejoran la calidad de vida. En definitiva, hay reindustrializar Europa, lo que permitirá recuperar el liderazgo o coliderazgo de algunos sectores estratégicos.

Francesc Raventós
Ex-decano del Col·legi d’Economistes de Catalunya
Miembro del Patronato de Acció Solidària Contra l’Atur

Artículo publicado el 14 de septiembre de 2020 en La Vanguardia.