Los precios están bajando. Es lógico en un momento de pandemia, fuerte parálisis económica en sectores significativos, desempleo elevado y elevada incertidumbre. La UE, el BCE y los gobiernos están haciendo esfuerzos gigantescos para estimular el crecimiento económico, crear empleo, ayudar a los más vulnerables y evitar el riesgo de deflación, lo que deriva en elevados déficits y aumento de la deuda pública.

Tradicionalmente se había considerado que un nivel de inflación al 2% del PIB era saludable para facilitar el crecimiento y dar estabilidad a la economía. De hecho, el único objetivo del BCE es garantizar la estabilidad de los precios. También es uno de los objetivos de la Reserva Federal Americana.

Ya que la economía no reacciona suficientemente los enormes incentivos creados, se deberán tomar nuevas medidas. Ahora parece que el objetivo de los bancos centrales de mantener la inflación por debajo del 2% es insuficiente y que hay que ir más allá.

El disparo de salida lo ha dado la Reserva Federal Americana que el mes de agosto anunció que su objetivo será que la inflación se sitúe en el 2% como media histórica. Es decir, que como la media de los últimos tiempos ha estado por debajo del 2% se crearán más estímulos para que se llegue a este nivel.

Ya que la economía no reacciona suficientemente los enormes incentivos creados, se deberán tomar nuevas medidas.

Tampoco la presidenta del BCE, Christine Lagarde, se ha quedado corta. Recientemente ha declarado que el BCE prepara una revolución en la política monetaria revisando su objetivo. Considera que el BCE debe «compensar» los años de baja inflación con períodos en el que la inflación crezca por encima del 2%.

A la vista del fracaso de las políticas convencionales para estimular la economía, se han ido aplicando medidas heterodoxas, como fueron el Quantitative Easing, intereses negativos por los préstamos, suspender el Pacto de Estabilidad de la UE para controlar el déficit o aprobar paquetes astronómicos de ayudas. Pero no ha sido suficiente.

La «nueva normalidad» post pandemia obligará a ser muy flexibles y alternar medidas «no convencionales» para gestionar la economía. Hemos entrado en un arriesgado terreno desconocido en el que el criterio de prueba y error será la guía.

Aumentar la inflación por encima del 2% no es inerte. De entrada disminuye el valor real del endeudamiento, lo útil para reducir la inmensa deuda acumulada. A título orientativo, una inflación del 3% durante 10 años reduce el valor real de una deuda con un 34%. Pero salen perjudicados los acreedores, pequeños ahorradores, los pensionistas, o el personal que trabaja y no puede evitar perder poder adquisitivo. Habrá que recurrir a soluciones justas.

Las medidas tomadas por el momento han servido para dar un respiro a la sociedad, a la economía y estabilizar las primas de riesgo. De momento, hay que agradecer el inmenso esfuerzo que están haciendo, y que deberán seguir haciendo, la UE y el BCE para intentar salir de una situación hasta hace poco inimaginable. Nosotros, suerte tenemos de la Unión Europea.

Francesc Raventós
Exdegà del Col·legi d’Economistes de Catalunya
Membre del Patronat d’Acció Solidària Contra l’Atur

Article publicat La Vanguardia el 06/12/2020.