La transición hacia la que se ha llamado “la sociedad post-Covid” nos obligará a hacer algunos cambios importantes en muchos aspectos de nuestra vida. Tal como indica el título, quiero hablar de un concreto y puntual, pero antes quiero hacer una precisión: no es bueno que adjudicamos a la pandemia el protagonismo del cambio de época; seguramente el virus habrá sido un acelerador casual e involuntario, pero lo que marca el sentido de los cambios son tres transformaciones profundas de gran trascendencia que continuarán vivas después de él. Se trata de la globalización, la digitalización y la sostenibilidad. No lo olvidemos, porque las tres nos obligan a repensar nuestras responsabilidades con los demás humanos y con el planeta, y nos harán actuar de otro modo.
“No olvidemos que tenemos nuevos retos, que ahora los conocimientos cambian mucho más rápidamente, y que todos necesitamos nuevas competencias para no quedar descolgados y poder aprovechar los avances tecnológicos.”
- Currículums. Ya hace un tiempo que yo, y supongo que muchos como yo, cuando debemos analizar el currículum de alguien nos fijamos mucho más en lo que ha hecho y como lo ha hecho, que en sus títulos académicos. Si tenemos necesidad de conocer mejor alguna persona para pedirle un consejo, de ofrecerle un trabajo, de hacerle confianza para una actuación conjunta, o de votarla, utilizamos el currículo valorando su trayectoria más que no sus estudios. Esto responde a una realidad que quiero comentar y que se relaciona con los conocimientos, las capacidades, las actitudes, las experiencias, la educación escolar y extraescolar, o la preparación profesional.
- Conocimientos y capacidades. Está claro que los conocimientos son muy importantes para ir mejorando las capacidades personales, pero éstas no se adquieren de forma segura hasta que no se consolidan a través de las experiencias y los aprendizajes prácticos. El contacto con la realidad, el aprendizaje a partir de los ejemplos de otros, la conciencia del acierto del trabajo hecho, el análisis de los errores cometidos cuando se ha fracasado, son el mejor maestría que se puede tener, al hora de enfrentarse con los problemas de la vida. Es por ello que sería necesario que las evaluaciones que se hacen a la hora de otorgar títulos escolares o universitarios, no se centraran tanto en la comprobación de la retención de conocimientos teóricos, y mucho más en la verificación de que se han adquirido capacidades útiles. Para que esto fuera así, las actuaciones escolares y universitarias deberían reducir la transmisión de conocimientos (que cada vez la persona puede adquirir fácilmente por sí mismo a través de otros medios) y multiplicar las prácticas, sobre todo las externas realizadas en ámbitos de la vida real. La calificación académica no puede ser sólo la certificación de conocimientos.
- Actitudes y experiencia práctica. Creo que las actitudes con las que una persona enfrenta un trabajo o unos problemas, influyen extraordinariamente en el resultado de su actuación. Es por ello que la predisposición a escuchar, al diálogo, al trabajo en equipo, la comprensión de intereses diversos, o el análisis de las consecuencias de las decisiones, son una gran parte de la valoración personal. Estas actitudes deberían formar parte más intensamente los procesos educativos ya que es allí donde se inician pero se refuerzan mucho en la experiencia personal. Creo que a menudo tenemos una valoración insuficiente de la importancia que tiene una larga y diversa trayectoria personal. A veces pienso que lo que aprendí en unos meses de trabajar en una empresa de París, en una de New York, y en una de Eindhoven, fue tanto o más importante que lo que había aprendido en la carrera … También pienso que uno de los valores más importantes de la carrera fue que casi todos los exámenes consistieran en resolver problemas, pudiendo consultar si había que los libros o los apuntes.
- Sociedad educadora.El sistema de educación formal (enseñanza escolar y universitaria) tiene mucha importancia, pero probablemente no más que la del conjunto de otros ámbitos en los que la persona se mueve. La familia en primer lugar, pero también las actividades formativas o deportivas extraescolares, las estancias de prácticas en empresas, la participación en actividades de voluntariado, la implicación en grupos sociales, son complementos de un valor extraordinario en la tarea formativa. Para ello sería necesario que todas estas organizaciones tuvieran claramente una dimensión educativa y que hubiera una relación formal entre ellas y la escuelas o las universidades. Es urgente desarrollar mucho más la formación profesional dual, y tomar este ejemplo como espejo para impulsar un movimiento conjunto de cooperación de organizaciones públicas o privadas con las entidades del mundo educativo.
Acabo con dos recomendaciones: a) A la hora de hacer un currículum, no se han de omitir los títulos y los cargos que se tiene o ha tenido, ya que son importantes; pero con eso no basta. Se deben reflejar mejor los hechos que ponen de manifiesto características humanas, y experiencias acumuladas que puedan ayudar a completar el retrato personal. Y B) No olvidemos que tenemos nuevos retos, que ahora los conocimientos cambian mucho más rápidamente, y que todos necesitamos nuevas competencias para no quedar descolgados y poder aprovechar los avances tecnológicos. Recordemos que la formación se debe buscar en todas las actividades que se desarrolla y debe extenderse a todas las etapas de la vida.
Joan Majó, ingeniero y ex ministro