Vivimos en un mundo donde el valor de las palabras, a menudo es tergiversado. Cuando se proclaman situaciones, nos encontramos que el que se llama no siempre responde a la realidad. Todo depende de las interpretaciones y del que interesa que la gente compre.
En este sentido tenemos la publicidad como altavoz del cual es mejor e indiscutiblemente de. Pero no es la verdad, a pesar de se haya invertido mucho dinero para que se difunda con el máximo de eficacia.
Nos encontramos también en este escenario cuando son los políticos que exponen sus puntos de vista, hacen sus valoraciones y pontifican sobre los valores y el bien y el mal. Dentro de esta línea, últimamente podemos leer o sentir afirmaciones y comentarios de los políticos que mandan más en el Estado español, de qué forma se ha mejorado la situación económica gracias al esfuerzo del gobierno de turno, y en consecuencia que se han creado y se crearán tantos nuevos puestos de trabajo que los permitirá olvidarse, una vez más, del drama de los que tienen que vivir a expensas de unos salarios cada vez más recortados o más precarios, con la amenaza permanente de poder perder su puesto de trabajo, si lo tienen.
No podemos aceptar hoy, ni podemos mirar a otro lado, cuando hay cada vez más precariedad y menos dignidad. Dejarse engañar por la percepción que estamos más bien, ayuda a tranquilizar las conciencias. No podemos estar de acuerdo y no queremos que se engañe a la sociedad. Muchas personas ya no se las puede engañar más porque siguen viviendo engañadas desde un mundo donde la verdad no interesa, porque es incómoda.
Hay que reclamar más clarividencia para no dejarse engañar por los que luchan siempre para defender sus intereses particulares y egoístas.
Miquel Verdaguer