Es muy bueno que las empresas de un país tengan éxito, ya que todo el país puede salir beneficiado de este hecho. Pero también hay que tener en cuenta de cuál ha sido la forma de conseguirlo. El éxito empresarial se puede medir observando aspectos que se expresan con números (ventas, beneficios, exportaciones, empleos …), pero hay también añadir y considerar que estos objetivos pueden ser el resultado de estrategias muy diferentes. Algo importante es el “qué”, pero es imprescindible no olvidar el “como”. Esto es así, ya que muchas veces estas estrategias pueden tener efectos positivos no sólo para la empresa sino para el conjunto de la sociedad. También pueden ser neutros en este segundo aspecto; o incluso pueden tener elementos negativos y ser perjudiciales desde un punto de vista colectivo. Pongo algunos ejemplos simplificados, sabiendo perfectamente que las cosas más complejas de lo que parecen.

Es fácil comprobar que una empresa que tenga mucho cuidado en velar por mantener y mejorar la formación de sus trabajadores se encuentra en el primer caso. La mejora del capital humano no sólo aumenta la productividad y por tanto la competitividad empresarial, sino que supone un enriquecimiento general para el nivel general del país. Una empresa que tenga unos sistemas de gestión que permitan una mayor participación de todos sus miembros en la determinación de las orientaciones generales, aprovechará mejor las capacidades personales de todos ellos y conseguirá una mayor identificación de las personas en sus objetivos, lo que finalmente repercutirá en su éxito porque aumentará los niveles de motivación y de satisfacción de las personas. Una empresa que sea prudente en los niveles retributivos de todos los empleados y evite unos desequilibrios exagerados entre propietarios, gestores, y demás personal, contribuirá a una buena pre-distribución de la renta y la mejora de la paz social. Es fantástico, y no hay que olvidarlo, que muchos de los comportamientos socialmente responsables de una empresa, bien escogidos, pueden también tener una fuerte repercusión en la mejora de sus resultados.

Pero una empresa que, en la búsqueda de un mayor rendimiento económico, utilice estrategias no respetuosas con el medio ambiente y contribuya a incrementar las emisiones de ciertos gases, estará mejorando sus beneficios pero a la vez generando unas externalidades negativas que pronto acabarán teniendo ser tasadas de una forma importante. Igualmente, una empresa que quiera fundamentar su competitividad sobre todo en unos costes laborales muy bajos y mantenga salarios que se acerquen o no lleguen a la renta de subsistencia, o que utilice unas formas contratación de dudosa legalidad que se acerquen a la explotación, no estará haciendo ningún bien a la sociedad que la acoge.

Esta reflexión me ha venido a la cabeza en la preparación del acto en el que esta semana, por octavo año consecutivo, el “Cercle per el coneixement de la Sociedad Barcelonesa de Amigos del País, reconocerá con un premio, a tres empresas catalanas, no demasiado conocidas (MAT holding, RELATOS SA, y grupo SEIDOR) que se distinguen por tener un éxito económico consolidado a partir de basar su competitividad en la aportación de conocimientos y de innovación a sus productos, y de haber logrado una fuerte presencia internacional que los hace un referente en el mercado global.

El premio quiere ser una manera de llamar la atención en que el futuro de nuestra economía como país no puede basarse en una competitividad en costes, estrategia en la que muchos otros países menos desarrollados siempre nos podrán ganar, si no en calidad y la innovación de los productos fabricados y los servicios ofrecidos, y en la mayor y rápida adaptación a la evolución de la demanda local y sobre todo internacional.

Joan Majó, ingeniero y ex ministro

Artículo original publicado en Via Empresa.