A lo largo de los pasados tres meses y, sin duda, durante muchos meses más, se han tomado y se deberán tomar en el campo de la sanidad, de la economía y sobre todo en el de la política, decisiones importantes y difíciles que marcarán nuestro futuro. No me siento en condiciones de dar consejos a unos u otros; cosa que demasiado a menudo algunos están haciendo; pero sí me gustaría poner de manifiesto y comentar uno de los aspectos que son en su origen y que más contribuyen a dificultar las decisiones: tanto en la etapa anterior como en la próxima es obligatorio equilibrar e intentar gestionar prioridades importantes pero contradictorias.
- Salud o economía. Esta dicotomía ha estado siempre presente, y no se ha acabado, en estos meses. Creo que acertadamente se ha priorizado la salud, y el no disponer de recursos preventivos o de tratamiento de la enfermedad, ha hecho que sólo el confinamiento pudiera evitar su extensión. Estoy seguro de que se han cometido errores y hemos visto discrepancias, dudas, improvisaciones y rectificaciones. Pero es probable que uno de los errores más importante haya sido la falta de políticas consensuadas y coordinadas entre estados y entre zonas diversas de un mismo estado … Sin embargo, parece que se ha ido controlando parcialmente la pandemia, su extensión y letalidad. El precio que ha tenido que pagar es provocar una recesión, pero de origen y de características muy diferentes a las que estamos acostumbrados. De eso quiero hablar …
- Recuperación rápida o recuperación segura. La recesión en la que ya hemos entrado no tiene directamente causas económicas, ya que el paro de la economía ha sido provocado por decisiones políticas, repito que creo acertadas. Al no ser causada por un desequilibrio interno de la economía si no por una decisión de defensa sanitaria, se podría pensar que la recuperación puede ser fácil y bastante rápida, una vez se termine el confinamiento y se vaya permitiendo volver a la movilidad ” normal “. Creo que nos equivocaríamos pensando y actuando con esta idea, ya que no será así. Tenemos ante varios retos y también algunas oportunidades. El primero sigue siendo el que supone el virus y que no va a desaparecer a corto. El segundo viene de la toma de conciencia de que la normalidad de los últimos años era una normalidad mala, tanto social como ecológicamente. Se ha dicho con acierto que esto es “llover sobre mojado”; y yo mismo decía hace unos días que “no podemos salir de la crisis por la misma puerta que hemos entrado“, ya que una recuperación simple y rápida sería dar pasos atrás. El reto es que no podemos volver a un crecimiento con más desigualdades ni a un crecimiento insostenible ecológicamente. Debemos encontrar un patrón de crecimiento inteligente, sostenible e inclusivo, como hace años pide la UE, pero sin hacer mucho para ayudar a conseguirlo. Incluso, hemos plantear si debemos continuar “creciendo”. La oportunidad es que viéramos la incomodidad y el intenso dolor que nos ha llevado la pandemia, la ocasión de poner en marcha, tanto a nivel personal, local como global, mecanismos de revisión para hacer cambios que ya hace años que se necesitaban y no se han hecho.
- Un escenario complejo. Los próximos meses y seguramente años, viviremos en paralelo diferentes actuaciones y etapas que veo, de forma simple, de la siguiente manera. La primera, que está en parte exitosa pero no superada ni mucho menos, ha tenido como prioridad detener la expansión de la enfermedad y atender a los infectados. El sistema sanitario no estaba preparado. La segunda que ahora empezamos, pero con retraso y con pocos recursos, debe tener dos objetivos: garantizar un mínimo de rentas a toda la población tanto por razones de dignidad personal como para mantener unos niveles aceptables de consumo; por otro lado asegurar la supervivencia de la actividad económica tanto de empresas como de organizaciones y de personas autónomas para permitir reanudar la actividad evitando la destrucción del tejido productivo. Es una tarea para todos pero que pide una gran inyección de dinero público, políticas monetarias y presupuestarias potentes de las administraciones. Se debe complementar la asistencia directa a las personas y familias vulnerables con las ayudas que sirvan de forma indirecta a aumentar la actividad económica y generar puestos de trabajo. La tercera etapa, que debería haber comenzado ya, debe ser planificar la promoción de iniciativas y de inversiones tanto públicas como privadas que entrarían en el capítulo de la política industrial de reconversión. Algunos ejemplos: acelerar la transición energética, reconvertir el sector turístico, mejorar el sistema sanitario, repensar la movilidad, adaptar trabajo y educación a las posibilidades que permite el progreso tecnológico … Cito algunas evidentes; podríamos hacer listas muy largas. Esto no sólo pide una capacidad de inversión importante sino que significa liderazgo político, pacto social, y tiempo.
Quiero hacer énfasis en esta última palabra para evitar la creencia de que al ser una recesión provocada por el confinamiento, se recuperará cuando éste acabe. Será una recuperación larga si queremos que nos lleve a una situación menos frágil y más sostenible. Hay acierto y paciencia.
Joan Majó, ingeniero y ex ministro