Seguimos ya hace unos años, un debate que se ha transformado en polémica, sobre si la robotización que estamos viviendo tendrá un efecto negativo o positivo en la creación de puestos de trabajo. Está claro que, a primera vista, en las cadenas de producción los robots sustituyen a personas, y que también se está observando que la robotización se extienden ahora a trabajos del sector servicios como el cuidado de personas, la limpieza o los transportes. Ahora bien, como que hace falta no hacer pronósticos a primera vista, han aparecido los últimos años bastantes estudios de autores muy expertos que han analizado lo que ha pasado en varios países y sectores, y han hecho previsiones numéricas al respeto. Las previsiones de los primeros años eran casi siempre negativas e incluso preocupantes; pero algunas de las más recientes las contradicen, y no solo no anuncian la pérdida de puestos de trabajo, sino que incluso aseguran que la robotización es una fuente de creación de ocupación. De aquí la polémica. No me considero un experto, pero el tema me ha interesado y me han extrañado estas contradicciones.  He reflexionado sobre el que pasa, y querría poner en consideración tres elementos.

  1. Causalidad o simultaneidad. Las discrepancias en los resultados indicados pueden tener diferentes explicaciones. Al analizar los cambios que se producen en una sociedad cuando aparece un nuevo fenómeno, no siempre se puede concluir que el fenómeno sea la simple causa de los cambios. Puede ser que los cambios sean causados por alguno otro elemento que también se esté produciendo simultáneamente, pero que no sea tan visible. También puede ser que los cambios sean la consecuencia de las características de la sociedad, o de las diferentes reacciones de la sociedad ante el fenómeno. Desde el punto de vista de los puestos de trabajo, la robotización puede ser muy positiva en algunos modelos socioeconómicos y en algunos mercados de trabajo concretos, y puede ser negativa en otras. También puede ser diferente el resultado según qué sean las precauciones o las actuaciones de la sociedad ante la llegada del fenómeno. Por lo tanto, es tan lícito pensar y defender que los robots destruyen puestos de trabajo (así pasó con las máquinas al inicio de la era industrial), como pensar que pueden ser una ocasión de mayor progreso y de mejora del bienestar personal y social (como finalmente así ha estado). Yo me apunto al segundo grupo y pienso que la robotización es una fuente de progreso, si se sabe hacer bien…
  2. Calidad de los puestos de trabajo. La robotización más conocida es la que inicialmente se introdujo en las cadenas de montaje industriales con trabajos que suponen un trabajo físico, pesado, repetitivo, programado, y con poca necesidad de improvisación. Un trabajo poco atractivo, y normalmente poco retribuido. Si la robotización permite una liberación de personas y se aplican  políticas que permitan unos adecuados reciclajes de competencias personales para ocupar lugares más cualificados, se pueden conseguir unos aumentos de productividad en los lugares antiguos, una mayor competitividad del conjunto de la economía, y un fuerte progreso social. Finalmente, todo esto puede suponer un aumento de la demanda y la calidad de nuevos puestos de trabajo, y una reducción del tiempo de trabajo. La robotització se ha ido extendiendo mucho con otros tipos de robots, pero todavía es cierto que no siempre son adecuados para trabajos que necesiten capacidad de imaginación, de respuesta improvisada y de trato cuidadoso con personas. Incluso los robots dotados de cierta IA, están faltados de “sentido común y de empatía”…  En  todos los casos, creo que tenemos que partir de un principio muy claro que resumo: el robot no se tiene que ver como sustituto de una persona, sino más bien como una nueva herramienta tecnológica por su trabajo; no es un sustituto, sino un colaborador.
  3. Tecnología, robots y herramientas. He dicho y escrito muchas veces que la tecnología es el elemento que permite transformar el conocimiento personal en herramientas útiles para el bienestar, y que como que este conocimiento va aumentando, también cada vez tenemos más herramientas. No me ahorro de repetir que también supone dos peligros: que usamos las herramientas para finalidades rechazables, y que la existencia de las nuevas herramientas aumente las desigualdades entre personas, si hay unos que disponen y otros que no. Creo que la robotización se tiene que plantear viendo los robots como herramientas. Pienso que más que expulsar, el que hacen es liberar personas de según qué tipos de trabajos, y en la mayoría de los casos hacerlos el trabajo mucho menos pesado, ayudarlos a hacerla mejor, o permitirlos hacer trabajos que antes no podían hacer. No olvido que los adelantos en la IA y las posibilidades de aprendizaje de los robots, irán moviendo las áreas donde establecer esta la colaboración.

Creo que tenemos que utilizar, revisados y actualizados, los mecanismos de introducción de estas nuevas herramientas tecnológicas, tal como se hizo a lo largo de los dos  últimos siglos, adaptando nuestras costumbres y nuestras regulaciones para aprovechar  las nuevas oportunidades y evitar algunos de sus peligros. Si se hace con cuidado, y teniendo en cuenta el bienestar global, nos iremos encontrando con un progreso social que supondrá mejores maneras de trabajar, reducción del tiempo de trabajo, mayor creación de valor por hora trabajada, mayor disponibilidad de rentas y mayor acceso a servicios colectivos. No hay que decir que todo esto no se puede conseguir simplemente dejando actuar libremente las fuerzas del mercado, sino que exige una adecuada actuación publico-privada que combine las iniciativas empresariales y sociales con una sensata regulación por parte de los gobiernos. Necesitamos urgentemente actualizar y utilizar los principios del que fue el socialismo democrático europeo de mitad del siglo XX.

Joan Majó, ingeniero y exministro
Febrero de 2022