Pronto hará tres meses, cuando el Covid19 era aún una noticia en la sección de internacional de las páginas interiores de algunos diarios, hice una charla sobre la urgencia de hacer frente al reto que suponía la crisis climática. Les decía que no se trataba sólo de proteger el planeta tierra, si no de asegurar que pudiera seguir siendo el lugar donde nuestra especie continuara viviendo, adaptando nuestros modelos de vida y de consumo para evitar que 9 o 10 mil millones de personas lo hiciéramos imposible o muy difícil.
Un asistente a la comida, médico por cierto, me daba la razón aunque advirtiendo, sin embargo, que también había que estar muy atentos a que no apareciera un día una epidemia vírica para la que no estuviéramos preparados y fuera difícil de gestionar. Pensé que seguramente tenía razón, pero que yo no entendía bastante … Estos últimos días lo he recordado a menudo, y por eso quiero compartir con todos una reflexión de ámbito europeo.
- Europa no sabe cómo tratar a los virus. En lo que va de siglo hemos sufrido dos pandemias, una de carácter financiero originada en EE.UU., y una de carácter sanitario originada en China. Tanto una como la otra han trasladado a Europa, infectando la primera nuestros bancos y nuestros ciudadanos la otra. Debemos aceptar que, en ambos casos aquí han hecho más daño, y la recuperación ha sido mucho más difícil, que en los países de origen. Las repercusiones económicas de 2018 han sido más importantes y más largas en muchos países europeos que en Norteamérica. Y ahora las consecuencias humanas, y también económicas, me gustaría equivocarme pero parece que pueden ser peores aquí que en China. Es como si los virus, vengan de donde vengan, cogieran al llegarnos más fortaleza. Creo que los eurovirus no son más potentes; creo que la razón es seguramente otra: que las defensas europeas son más débiles o que tenemos menos armas para combatirlos. Analizando de forma superficial las competencias económicas del gobierno estadounidense y las sanitarias o políticas de los chinos parece que es eso. Lo que no quiere decir paso que las tengamos que envidiar, sobre todo estas últimas, pero sí que debemos ser conscientes de nuestras debilidades, tanto para hacer frente a la crisis sanitaria como la posterior y segura crisis económica.
- Unidad, Pluralidad, Participación, Democracia, Equidad y Solidaridad. La crisis hace diez años ya puso en evidencia las carencias en el diseño de la UE, y sobre todo la debilidad que significaba haber dejado el trabajo a medias. Es evidente que estamos construyendo un espacio político de un carácter inédito que no tiene ningún modelo de referencia en todo el mundo y que por tanto hay que ir innovando y aprendiendo mientras se va haciendo. Esto lo justifica sólo en parte… Me atrevo a resumir en estas seis palabras las líneas maestras de lo que queríamos y que no tenemos que acabar de hacer.
Es preciso que lleguemos a ser una unidad económica y política que pueda ser uno de los seis o siete grandes poderes globales del siglo XXI. Si lo hacemos bien tenemos todos los números para ser el tercero. De lo contrario nos convirtieron en un conjunto de pequeños poderes residuales. Para ello hay que completar la Unión Comercial y la Unión Monetaria con la Unión Bancaria, la Unión Fiscal y la Unión Política, que no quiere decir un Estado Unitario como los del siglo XIX, si no mucho más basado en una idea federal. Hay una real transferencia de una parte de las de competencias de los antiguos estados-nación en una doble dirección, hacia la Unión, y hacia las Regiones y las Metrópolis. Con este diseño compatibilitzaríem la búsqueda de un poder global y el mantenimiento de la pluralidad y la diversidad.Es necesario que en cada uno de estos niveles territoriales funcionen instituciones políticas democráticas que permitan la participación de los ciudadanos, que sean eficientes en la regulación de aquellos aspectos que corresponden a las características específicas de su diversidad, y que sean copartícipes en la elaboración de políticas de los niveles superiores. La realidad del siglo XXI es sin dudas la de las soberanías compartidas.
Es necesario que todos los niveles del espacio político funcionen mecanismos que garanticen a todos los ciudadanos la igualdad de derechos y de oportunidades, y que pongan límites y reduzcan las desigualdades de tipo económico o social, para que todos los miembros de la comunidad experimenten en su vivir diario la protección de estos mecanismos y no se sientan excluidos. En paralelo es imprescindible que exista una solidaridad entre comunidades que permita soluciones comunes a dificultades coyunturales individuales. - Eurobonos. No os extrañe el título del artículo, que sale de mi convicción de que la polémica al cercado de estos bonos es mucho más profunda de lo que puede parecer. Creo que según cómo se resuelva pondrá o no en cuestión el futuro de la UE, que necesita urgentemente una revisión y un nuevo empuje en el proceso de su construcción.
Joan Majó, ingeniero y ex ministro
Miembro del Patronato d’Acció Solidària Contra l’Atur