El Fondo Monetario Internacional, instituciones económicas y muchos expertos, pronostican una próxima recesión económica. Una de las principales causas es el elevado aumento del endeudamiento a nivel mundial. Según el Instituto Internacional de Finanzas, la deuda global alcanza ya 233 billones de euros, el 324% del PIB.
Para salir del abismo originado por la crisis económica de 2007 los bancos centrales se vieron obligados a una fuerte expansión monetaria. Con abundante liquidez financiera en el mercado y un coste irrisorio del dinero, la economía ha recuperado el crecimiento, pero el ciclo económico no se puede dar por cerrado hasta que el endeudamiento de los bancos centrales y el tipo de interés vuelvan a la normalidad. La confianza en el Sistema Monetario Internacional, SMI, y en las principales monedas, se mantiene, pero si se perdiera la confianza en ellas la situación sería muy delicada.
Una vez conseguida la recuperación económica, la Reserva Federal estadounidense está aumentando el tipo de interés y el Banco Central Europeo ha anunciado que dejará de comprar deuda y subirá el coste del dinero.
Son muchos los factores de riesgo que pueden contribuir también a una nueva recesión: la inestabilidad geopolítica, los desequilibrios económicos, el aumento del proteccionismo, la autoimpuesta política de aislamiento de Estados Unidos y la constante emisión de dólares para cubrir su déficit, o las debilidades del sistema monetario internacional. La compleja situación actual genera desconcierto y un elevado riesgo de perder el control del funcionamiento del sistema monetario, lo que aconseja reformarlo para evitar a tiempo males mayores.
Con tantas incertidumbres y una deuda global tan elevada es difícil evaluar las consecuencias del desapalancamiento. ¿Se desestabilizará la economía? ¿Resistirá el actual el sistema monetario? ¿Cómo saldrán de una nueva crisis los gobiernos que están altamente endeudados? ¿Hay riesgo de un efecto dominó?
El riesgo de una nueva recesión y posible desestabilización del sistema monetario afecta a todos los países y por tanto exige la coordinación internacional al más alto nivel. Durante 70 años, el dólar ha sido la superpotencia del sistema financiero y monetario mundial, pero su dependencia de la política interior americana, el elevado montante de dólares que hay en el mercado para cubrir su permanente déficit y el fuerte peso que ya tiene la economía china y otros países emergentes empieza a cuestionar su primacía.
La propuesta de reforma más racional consistiría en que el FMI asuma un mayor protagonismo impulsando la emisión y uso de los DEG, para convertirlos gradualmente en la principal moneda de reserva, y actuar como banco de los bancos centrales y como prestamista en última instancia. Dado el extraordinario poder que el FMI tendría, debería ser políticamente más representativo, evaluar las repercusiones sociales de sus actuaciones y rendir cuentas. Pero esta propuesta genera una fuerte resistencia de los Estados Unidos por temor a perder los privilegios que le aporta la preeminencia del dólar como principal moneda de reserva.
La reforma del sistema monetario es imprescindible. En la reciente crisis los bancos centrales vertieron cifras astronómicas de liquidez en el sistema. Ahora dado el elevado endeudamiento existente una operación de esta envergadura no se podrá repetir, si no se quiere perder la confianza de los ciudadanos y del mercado financiero en un sistema monetario fiduciario en el que sus monedas no tienen ninguna garantía que asegure su valor.
De entrada todos los países con elevando endeudamiento deberían hacer un plan para reducirlo. En cuanto a la Eurozona, hay que reconocer que ha tenido éxito en reducir el déficit presupuestario, pero ha sido a costa de aumentar el endeudamiento, excediendo con mucho, la objetivo fijado de no sobrepasar el 60% del PIB. En la Eurozona se ha iniciado ya un proceso de reducción gradual que ha permitido pasar del 86,5% del PIB en 2014 al 81,6% en 2017, pero en todo caso habría que reestructurar parte de la deuda de los países más endeudados y profundizar en la integración financiera.
En resumen: el SMI tiene un serio problema por resolver, pero no hay la presión política suficiente para obligar a las principales autoridades políticas y monetarias, en el marco de instituciones multinacionales tomen las decisiones necesarias para evitar que una nueva crisis desestabilice la economía y la sociedad.
Francesc Raventós
Ex decano del Colegio de Economistas de Cataluña
Artículo publicado en Alternativas Económicas, nº 64 – Diciembre