Todos aquellos que consideramos muy importante el papel de las empresas en la sociedad, y sé que tanto los redactores como los lectores de esta publicación formamos parte de este grupo, necesitamos hacer urgentemente una reflexión sobre las circunstancias actuales que obligan a hacer cambios serios de este papel en los próximos años.

La evolución de la humanidad, desde hace muchos siglos, ha sido producida por diferentes motores, entre los que yo pienso que los más importantes han sido cinco: por una parte, los cambios en las necesidades de las personas, y el aparición de nuevos retos colectivos; y por el otro, el incremento de los conocimientos humanos, la disponibilidad de nuevas herramientas proporcionadas por la tecnología, y la mayor capacidad de agruparse y de colaborar para resolver conjuntamente los problemas. Los dos primeros han pedido, y los tres últimos han hecho posible, que se crearan nuevos modelos de organización de la vida colectiva. Entre ellas podemos destacar los Estados en el campo político, y las Empresas en el campo económico. No se pueden entender sin estas dos figuras organizativas los últimos tres siglos.

Debemos ser conscientes de que ahora nos encontramos en unos momentos de crisis, entendida como cambio, por la aparición de tres retos que ponen en cuestión nuestro sistema de convivencia: la crisis ecológica, la crisis sanitaria y la crisis producida por la desigualdad económica y social, entre personas y entre países. Cada una de ellas pone en cuestión el futuro, y por razones de sostenibilidad, tenemos que hacer frente simultáneamente a las tres, entre otras razones porque están mucho más relacionadas de lo que pueda parecer.

Afortunadamente estamos también aumentando mucho nuestros conocimientos y tenemos a nuestra disposición muchas nuevas tecnologías que nos ayudarán. Pero para ello, tenemos que empezar aceptando que dentro de pocos años la estructura de la organización política será otra y que el papel de Estados cambiará mucho, como ya vemos que está pasando con la Globalización. Y, aunque tal vez no sea tan evidente, yo creo que también tiene que cambiar bastante el papel, la razón de ser, y la forma de organización de las Empresas. Dejadme avanzar unas pocas ideas muy simples y muy generales al respecto.

Muchos consideran que la finalidad de una empresa es la creación de un producto (material o intelectual), o la prestación de un servicio. Y muchos piensan que es la generación de un valor material que se reparten los que intervienen en ella, en forma de salario o de beneficio. Esto es real, es aceptado en general, y ha sido útil para el crecimiento de la economía. Pero quiero poner de manifiesto algunas tendencias que creo que tendrán que impulsar cambios, para hacer frente a los retos que he indicado y que pueden modificar aspectos de la política y de la economía.

  1. Producto y/o servicio. En la época industrial nos hemos acostumbrado a resolver nuestras necesidades a través de la posesión de productos materiales (coches para viajar, lavadoras para limpiar, libros para leer, aparatos para escuchar música …). Aunque ya lo hacemos, cada vez más tendremos que cambiar más la “posesión” de un producto por la posibilidad de “acceder” a un servicio; y cada vez habrá menos fabricantes de máquinas y más empresas distribuidoras de servicios. Esto reducirá mucho el consumo de productos minerales y de energía para fabricarlos, y también cambiará las relaciones capital-trabajo ya que no es la misma en una “fábrica” ​​que en una “oficina” o una “prestadora de servicios”.
  2. Interés personal y colectivo. Una gran cantidad de empresas trabajan para satisfacer necesidades personales, pero cada vez tenemos que ser más conscientes de los retos que son colectivos (equidad social, sostenibilidad ecológica, seguridad sanitaria …). No basta con intentar, como, evitar su agravamiento estableciendo un salario mínimo, o un impuesto sobre emisiones de CO2, o un tratamiento de residuos. Es necesario que se amplíe mucho el concepto de Responsabilidad Social Corporativa de manera que pase a ser un fin empresarial paralela a las actuales, que deje de ser una estrategia de mejora de imagen, y que se incorpore a la razón de ser . No debemos permitir que una empresa que esté haciendo un gran servicio a la colectividad, desaparezca para que no tenga un cuenta de resultados positivo. ¡Ganar dinero debe dejar de ser la única finalidad de una empresa!
  3. El origen de los ingresos. Poco a poco no todos los ingresos personales deberán salir del trabajo retribuido, ni éste ocupará tanta proporción del tiempo de las personas. Esto supondrá la necesidad de ir pensando otros tipos de rentas, como la que ahora ha nacido con el ingreso mínimo vital, o alternativamente, aumentando el acceso a servicios públicos gratuitos. Se debe consolidar y mantener lo que se ha hecho el siglo XX.
  4. Capital privado o público. La libertad de actuación de las empresas debe ser grande, pero debe estar siempre sujeto a la regulación, y ésta no debería permitir situaciones como la que se ha vivido recientemente en el mundo de la energía. Creo que incluso se debería aceptar que debe haber un tipo de empresas que, por la naturaleza de la actividad, deben ser siempre de capital público, y en algunos casos de capital mixta, aprovechando al mismo tiempo las ventajas de la gestión profesional cualificada, teniendo cuidado de los objetivos sociales colectivos.

En resumen, las empresas deben seguir siendo un elemento fundamental de nuestras sociedades pero, sin caer en los errores de algunos regímenes dictatoriales, habrá repensarlas para hacer frente mejor a las nuevas exigencias sociales. ¡Tendremos que hablar mucho!

Joan Majó, ingeniero y ex ministro