La pandemia Covid-19 nos ha cogido por sorpresa. Las consecuencias sanitarias y económicas que está provocando han llevado un gran desconcierto. Hemos descubierto que los humanos, que nos creemos poderosos, somos frágiles y tenemos límites que no pueden traspasar.

El coronavirus nos ha abocado a una crisis económica colosal. El Fondo Monetario Internacional estima que la producción y el comercio mundial disminuirán sensiblemente, el PIB de la UE y el de España caerá a niveles que pueden superar el desastre económico y social del año 1929. Por suerte, las instituciones monetarias internacionales y los gobiernos, para frenar el virus y evitar que la economía se derrumbe han decidido insuflar enormes cifras de financiación en el mercado, empresas y familias. Los países más industriales, el G7, destinarán de momento septiembre billones de dólares.

La pandemia afectará profundamente la sociedad, sus costumbres y modelo de consumo. Hemos descubierto la necesidad de tener gobiernos socialmente sensibles, y un mayor protagonismo del sector público que es el único que en situaciones de emergencia puede destinar elevados recursos para apoyar a personas y empresas. En España el sistema público de salud ha dado un gran ejemplo.

Habrá de repensar la globalización, especialmente la financiera y el dumping social a los que se tendrá que poner límites. La Unión Europea tiene que huir de políticas proteccionistas, pero debe proteger sectores y empresas estratégicos básicamente privadas, que garanticen disponer de los productos básicos en caso de emergencias. Entre ellos destacaríamos los sectores: alimentario, sanitario, energía, digital y comunicaciones. También para evitar eventualmente que se rompa la cadena de suministro de industrias esenciales, deberá facilitar el retorno de empresas manufactureras auxiliares que se deslocalizaron.

Ahora el problema inmediato es evitar que las crisis sanitaria y económica se agraven. Se debe dar todo el apoyo necesario a las empresas, autónomos y familias para reactivar la actividad económica. Estas medidas nos llevarán un enorme déficit y endeudamiento, de los que una vez la situación se serene tendremos que ver cómo reducimos sin frenar la economía, ni degradar la cohesión social.

También estaremos más sensibilizados ante los problemas globales, tales como, el calentamiento del planeta, la transición energética, las migraciones, o la creciente desigualdad, a los que sólo se les puede hacer frente teniendo una visión planetaria y actuando globalmente.

De las crisis saldremos, pero saldremos más pobres y más endeudados, pero humanamente más ricos y fortalecidos, Tendremos la oportunidad de repensar la manera de vivir y el modelo de sociedad que queremos: una sociedad de progreso más justa que se siente fuerte para encarar ls retos de futuro.

Francesc Raventós
Ex decano del Colegio de Economistas de Cataluña
Miembro del Patronato de Acció Solidària Contra l’Atur

Artículo publicado el 24/05/2020 en La Vanguardia