16/06/2020
Josep Sucarrats tenia el proyecto Pegasus: cavall alat. Hicieron una versión simplificada y trabajaron con este proyecto durante tres años representándolo en el Castillo medieval de Tordera. Aparte hacían otras producciones teatrales. Ahora nos cuenta cómo han vivido la pandemia del Covid-19 y como esperan reiniciar su actividad.
¿Cómo funcionaba la compañía de teatro Sàndal Produccions?
La empresa iba muy bien, nació en marzo de 2017, ha ido creciendo tanto en producciones / proyectos como en facturación, así como en contratación de personal. Al principio teníamos una persona contratada, y el año pasado tuvimos más de 141 personas contratadas de forma puntual, tal como ocurre en el sector.
¿Cómo os ha afectado la pandemia de la COVID-19?
Hemos cesado totalmente la actividad, desde el 13 de marzo hemos facturado cero euros. El año pasado durante todo el año facturamos más de 100.000 €. Hemos perdido más del 90% del trabajo que teníamos contratada. La primera facturación que tenemos prevista hacer es de 300 € por un pequeño espectáculo que tenemos contratado a finales de junio.
Para no parar, desde el día primer día de confinamiento nos hemos reinventado: hemos creado un nuevo espectáculo, adaptado al nuevo contexto: Animalia.
Lo hemos construido con una inversión mínima de recursos durante estos meses, es nuestra aportación para seguir luchando fuerte y trabajando en el sector: es un pequeño espectáculo que encaja totalmente con las nuevas normativas actuales de actuaciones en la calle. Todo el proyecto habla de biodiversidad, y se basa en cómo la fauna ha recuperado su espacio durante este confinamiento. Lo acabamos de estrenar, y lo estamos presentando a los programadores y nos estamos moviendo para encontrar trabajo a corto plazo, en el sector escolar, el de espectáculos de calle o bien pequeñas actividades muy controladas.
¿Qué os ha representado la ayuda #aixequempersianes de ASCA?
Nosotros teníamos la empresa al día, y para nosotros la ayuda extraordinaria de 2.000 € que hemos recibido de Acció Solidària Contra l’Atur es aguantar a nivel de tesorería durante estos meses la pequeña estructura fija que tenemos (autónomos y alquiler) para vivir necesitaremos disponer de los ahorros que tenemos a nivel personal.
Si deseas contratar algún espectáculo, podéis poneros en contacto con:
SÀNDAL PRODUCCIONS
+34 698 823 257 (Aina)
+34 696 414 530 (Josep)
15/06/2020
Desde Barcelona nos llega la solicitud de una mujer de cuarenta y seis años, soltera. Se inscribió en el Programa Làbora, y está haciendo formación en Barcelona Activa (Cibernarium). Hace 12 años que vive en Barcelona y no tiene apoyo familiar. Es locutora de radio, hace cuñas publicitarias y es actriz de doblaje. Siempre ha hecho trabajos relacionados con la comunicación, pero no consigue unos ingresos estables. Ahora realizado de forma puntual algún trabajo como freelance de corresponsalías de radio para otros países.
Ahora está cobrando del paro 600 € hasta el mes de noviembre y tiene dificultades para encontrar más trabajos para que las herramientas técnicas que dispone son de poca calidad. Debido a la situación actual, se prevé que el trabajo a distancia se alargará y por eso tiene que invertir en materiales de mejor calidad. Si dispusiera de mejores herramientas, tendría trabajo en la plataforma Voice-Bunny.
Acció Solidària Contra l’Atur le concede una ayuda a proceso de inserción laboral de 450 € para adquirir el material para el estudio de grabación: micrófono, interfaz y luces. Esperamos que con este microcrédito sin intereses, que nos devolverá durante dieciocho meses, pueda salir de la precariedad en que se encuentra con el acceso a un trabajo digno.
15/06/2020
Hay que decirlo con mucha prudencia, pero parece que estamos avanzando hacia lo que llaman una nueva normalidad. El adjetivo “nueva” es acertado porque significa que intentaremos no volver donde estábamos. Espero que sea así, ya que los fuertes sustos que hemos vivido los últimos veinte años en el ámbito económico, financiero, social, ecológico, y ahora sanitario, nos han ido convenciendo de la fragilidad de nuestra situación y de la necesidad de cambio. Al hablar de esta nueva situación a menudo oigo hablar de “sociedad postindustrial” o de “sociedad de servicios” y me parece que esta expresión es el resultado de una dificultad, muy lógica, de definir como pensamos que será, y de un cierto convencimiento de que en ella se tiene que ir acabando el papel de la actividad industrial. Me gustaría explicar mi pensamiento al respecto.
Pienso que las sociedades europeas que se configuraron los últimos tres siglos tienen en el campo económico, entre otros, algunos rasgos comunes que cito: el descubrimiento en el planeta de muchos recursos naturales, algunos de carácter mineral y otros combustibles; el gran progreso científico y tecnológico que permitió convertir los minerales en metales y de generar energía útil quemando los combustibles; la organización del trabajo humano de forma colaborativa que aumentó mucho su eficiencia y productividad; y haber basado el aumento del bienestar material, personal o colectivo, en muy buena parte en la utilización de los aparatos, herramientas o instrumentos “fabricados”. Es evidente que, aunque con enormes situaciones de explotación y muy mal repartido, el bienestar global ha aumentado mucho.
0 años, pasar de la recolección a la agricultura fue un gran paso adelante, también lo ha sido el reciente salto de la artesanía a la industria. Y por eso me pregunto si, ahora que tenemos nuevos conocimientos, nuevas tecnologías, nuevas oportunidades y también nuevos retos, no sería bueno que, además de generar nuevos escenarios, uno de nuestros vectores de futuro fuera precisamente rediseñar la industria, aprovechando los rasgos positivos que seguimos encontrando. He aquí algunas pocas de las muchas ideas que pueden ayudar a la reindustrialización.
Tenemos que seguir “fabricante” y “utilizando” máquinas, ya que nos liberan de muchos esfuerzos y nos permiten hacer o tener cosas que, sin ellas, no podríamos; pero no nos hemos de “apropiarse” de ellas para poderlas utilizar. Tenemos que pasar de la propiedad en el acceso o la utilización colectiva. Está claro que hay instrumentos de carácter personal y de utilización continuada, pero hay muchos de utilización sólo puntual. De hacerlo así obtendríamos todos, tanto o más bienestar con un stock global mucho más pequeño de elementos materiales, supondría un ahorro importante de recursos naturales y aumentaría el reaprovechamiento.
Debemos dejar de obtener energía útil quemando combustibles y obtenerla transformando en eléctrica la que de forma directa o indirecta, en cantidades muy superiores a las necesidades, el sol nos envía. Además, esto aumentaría las posibilidades de autoconsumo, disminuiría el coste y mejoraría mucho la eficiencia de todo el proceso de captación y utilización.
Debemos incorporar a nuestras actividades económicas, de educación, o de cuidado personal, nuevas máquinas basadas en las tecnologías digitales. Pero deberíamos dar prioridad a aquellas innovaciones que complementan y mejoran nuestras capacidades, por delante de aquellas que simplemente las sustituyen. No se trata de que las máquinas nos echen, si no de ayudarnos más, permitiéndonos mejorar la calidad de nuestro trabajo y el acceso a tareas que no nos parecían posibles. Tenemos que ver cómo reorganizar el trabajo industrial de manera que las tareas de poco valor añadido puedan ocupar las máquinas y las personas puedan pasar a nuevas tareas de mayor calidad; esto debería reducir las grandes diferencias salariales.
Creo que es urgente que estos próximos años, dentro de un esfuerzo colectivo de renovación de nuestro sistema industrial, siguiendo potenciando sus aspectos más positivos, hacemos una revisión profunda de las empresas o las organizaciones que se mueven y empezamos establecer unos sistemas de valoración que tengan en cuenta, además de la riqueza creada en términos de PIB o de número de puestos de trabajo, su aportación a algunos de los objetivos que he citado, ya muchos otros que seguro que se pueden añadir. Esta nueva valoración de otros fines debería ser explícita y debería servir, tanto para influir en las decisiones de consumo de los gobiernos como para estar en la base de nuevas medidas fiscales. Seguro que también podrá afectar a muchos de nuestros hábitos de consumo.

Joan Majó, ingeniero y ex-ministro