Las expectativas para el 2018 son buenas, aunque hay que advertir que pueden aparecer algunas dificultades. Si, como deseamos, se confirma la bonanza económica, se tendrían que impulsar medidas que supongan un salto cualitativo en el bienestar y la cohesión de la sociedad.

El 2018 puede ser un buen año para la economía. No se trata de ilusionarnos más de la cuenta y soñar como si hiciéramos la carta a los Reyes, sino de tener unas expectativas razonables del que podemos esperar si las cosas no se complican.

En el ámbito mundial se estima que el crecimiento económico será del 3% del PIB, y el de la Unión Europea de un 2,1%, hecho que confirmaría que ya se ha salido de la crisis. Si la economía crece, permite mejorar el bienestar de la sociedad y resulta más fácil resolver los problemas existentes, cosa impensable en periodos de recesión.

Pero no fuera honrado si no dejara constancia que hay un conjunto de factores que pueden hacer variar estas expectativas favorables. Existen riesgos políticos, que pueden afectar la estabilidad; económicos, que crean incertidumbre, o sociales, que generan convulsiones. Para poner unos ejemplos: la salida de la Gran Bretaña de la Unión Europea, según el acuerdo a que se llegue, tendrá consecuencias económicas, como tendría también si Donald Trump cumple su programa electoral de impulsar el proteccionismo comercial, hecho que sería un grave factor de distorsión para la economía mundial. Otro factor relevante es la política que seguirá el Banco Central Europeo sobre la compra de deuda y el tipo de interés, puesto que muchos estados, empresas y particulares están muy endeudados.

La lista de riesgos se podría alargar mencionando, por ejemplo, que la UE no avance hacia una integración más grande, dado que estamos en un mundo global que obliga a competir con las grandes potencias; que no se apliquen los Acuerdos de París para luchar contra el calentamiento del planeta; que la emigración siga aumentando, o que aparezcan fuertes tensiones por la creciente desigualdad social.

Por parte nuestra, el 2018 se tendrá que encarar un reto vital que nos afecta muy directamente: resolver la relación Cataluña-España para poder recuperar la tranquilidad de espíritu que se necesita para convivir en paz e impulsar la economía y el bienestar. Las expectativas del año 2018 tanto para España cómo para Cataluña son buenas.

Se espera un crecimiento del PIB alrededor del 2,3%, con la consiguiente reducción del paro, una inflación controlada, y un tipo de interés todavía bajo, pero esta mejora sólo será posible si hay voluntad política de consensuar acuerdos que den salida al problema más grave que actualmente tenemos.

Pero además de riesgos y retos, también hay expectativas positivas y buenas noticias. La humanidad, especialmente en las últimas décadas, ha progresado en todos los campos y el 2018 no será una excepción.

En España, si no hay nuevos recortes en los presupuestos, la calidad de la educación, la prevención de la salud, un sistema sanitario de calidad y una mejor alimentación permitirán alargar con buenas condiciones la esperanza de vida. También nos podría sorprender gratamente poniendo un impuesto sobre los robots, de forma que ayudara a financiar la deficitaria Seguridad Social, que es la que paga las pensiones.

También en 2018 veremos como se sigue avanzando en muchos campos. El progreso científico y tecnológico es acumulativo, de forma que se aprovechan los esfuerzos y los descubrimientos de los periodos anteriores. Los adelantos médicos y farmacológicos permiten curar enfermedades y salvar vidas. Las ventajas de la cuarta revolución industrial, que se irá introduciendo, crearán riqueza abaratando el sistema productivo. La digitalización nos seguirá sorprendiendo ofreciendo inmensas posibilidades. También en el nuevo año se tendría que dar un impulso a las energías alternativas, que contribuyen a reducir la polución, disminuyen la generación de CO2 y la amenaza del agotamiento de las energías no renovables.

Los humanos hemos avanzado mucho y este nuevo año tenemos que seguirlo haciendo, pero querríamos que este progreso científico y técnico fuera acompañado del progreso moral y social. Por eso, si se confirma la bonanza económica que deseamos, se tendrían que impulsar medidas que supusieran un salto cualitativo en el bienestar y la cohesión de la sociedad.

Los buenos deseos para el nuevo año los podemos resumir diciendo que querríamos un buen crecimiento económico que permitiera crear ocupación, corregir las grandes desigualdades, mejorar las remuneraciones y las condiciones de trabajo, aumentar las pensiones y dotar de más recursos la educación, la sanidad y la atención a las personas. Pero tiene que ser un crecimiento económico sostenible, respetuoso con la natura, que se desarrolle en un marco de estabilidad política y social y en un mundo solidario y en paz. Un mundo en el cual avance la globalización, pero teniendo en cuenta los efectos sociales que produce. En definitiva, que cada cual de nosotros y todos juntos contribuyéramos a hacer una sociedad más justa y más humana.

Confiamos que, a pesar de algunas dificultades que puedan aparecer, el 2018 será un buen año lleno de prosperidad, alegría y paz para todos.

¡Feliz Año!

Francesc Raventós
Exdegà del Colegio de Economistas de Cataluña.

Artículo publicado en El Periódico el 25/12/2017